Mientras el presidente Donald Trump no deja de lanzar guiños a Vladímir Putin, esperando que la reunión que ambos celebraron en Alaska a mediados del pasado mes de agosto dé los frutos que anunció que se producirían, el presidente ruso si alguna cosa ha hecho ha sido ofrecer pruebas de que aquella cumbre no sirvió para nada. En los últimos días, se han producido dos ejemplos inequívocos de ello: la cumbre en Pequín junto al líder chino Xi Jinping y el presidente de Corea del Norte, Kim Jong-un, a la que también acudieron los dirigentes de Irán, Pakistán y otros Estados de corte izquierdista y autoritario en el marco de un gran desfile militar que fue toda una exhibición de poderío militar. En segundo lugar, el ataque de Rusia a Ucrania durante este fin de semana, en el que por primera vez se vio afectado un edificio gubernamental en Kyiv, que alberga el gabinete de Ucrania.

Lo que el día 16 de agosto era una conjetura importante, tres semanas después es una certeza: Trump en Alaska no sedujo a Putin. Y lo que es peor, ni lo inquietó, el líder ruso no se creyó ninguna de sus bravuconadas dialécticas y, en consecuencia, la propuesta de alto el fuego en Ucrania que propugnaba la administración norteamericana decayó aquella misma tarde en Anchorage y el plan de paz que se iba a trabajar ha quedado en nada. Así, libre de obligaciones, Putin lanzó 823 ataques en toda Ucrania durante la noche del sábado, de los cuales 54 drones y nueve misiles alcanzaron sus objetivos.

Lo que el día 16 de agosto era una conjetura importante, tres semanas después, es una certeza: Trump en Alaska no sedujo a Putin

Es evidente que la advertencia de los líderes europeos instando a Putin a trabajar para poner fin a la guerra y que se ofrecieran a desplegar tropas como fuerza de seguridad con los combates acabados no ha traspasado, hasta la fecha, ni el umbral de las cosas que pueden ser posibles. Seguramente, Putin no ha creído nunca en la paz y ha tenido suficiente con hacer creer a Trump que iba a cambiar su actitud invasora y los más de tres años de guerra. Pero la realidad ha sido muy diferente: en el nuevo orden mundial, China ya ejerce su papel de superpotencia global, y su desarrollo económico y su poder militar hace que una alianza China-Rusia no sea una algo a desdeñar.

La estrategia de Putin viene a dar la razón a los líderes europeos que siempre vieron la cumbre Trump-Putin con una enorme desconfianza. Por ello viajaron a Washington y protagonizaron una de las imágenes para la historia más bochornosas, como fue aquella fotografía del presidente de los Estados Unidos detrás de su mesa del Despacho Oval, aleccionando en el otro lado de la mesa a los principales jefes de Estado o de gobierno europeos. Los líderes europeos quieren ayudar a Ucrania. Hasta ahora, Ucrania ha recibido más de 309.000 millones de euros de 41 países, ya sea en ayuda militar, humanitaria o financiera. EE. UU. gastó 111.280 millones de euros en Ucrania y Europa ha aportado 138.000 millones, con Alemania y Reino Unido a la cabeza.

Pero eso no parece ser suficiente para que Europa tenga un papel relevante en la mesa. Y esté en condiciones de marcar algún tipo de agenda como un actor internacional de peso. Nada de eso sucede, los presidentes solo representan a sus países y los que lo hacen en manos de las instituciones comunitarias, como Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, carecen de autoridad, prestigio y poder para imponer alguna cosa.