No deja de ser sorprendente cómo Europa ha ido dejando por el camino el prestigio labrado desde los años 80 hasta los primeros años del siglo XXI. Una serie de liderazgos fallidos y decisiones muy alejadas de los intereses europeos globales han ido abortando la idea de un continente en condiciones de ser el cuarto actor importante, junto a Estados Unidos, China y Rusia. La UE es hoy un juguete roto que, además, corre un cierto riesgo de desintegración por inanición al no estar en condiciones de plantear ninguna batalla en serio y ganarla. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y su marcado carácter despótico y autoritario solo ha hecho que sacar brillo a una realidad que se ha ido larvando con las presidencias de Joe Biden, Barack Obama y George W. Bush.
La principal diferencia era que los tres presidentes anteriores de los EE.UU., dos republicanos y uno demócrata, tenían una visión geopolítica del mundo como un proyecto en el que se entrelazaban intereses y compromisos y tejían alianzas occidentales. Con Trump todo ha saltado por los aires: está dispuesto a poner el planeta patas arriba y es capaz de mantener abiertos simultáneamente conflictos con la UE, con China y con Rusia. Lo que sucede es que con China y con Rusia el conflicto es, por ahora, más dialéctico que real y es con la UE con la que el presidente norteamericano ha entrado en una espiral de enfrentamiento que no hace sino empequeñecer a la Comisión Europea, a su presidenta, Ursula von der Leyen, o al Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, la ex primera ministra de Estonia Kaja Kallas. Y, por extensión, poco o nada parecen pintar el francés Emmanuel Macron y el alemán Friedrich Merz, por no hablar de los que están uno o varios escalones más abajo.
Las amenazas de Trump con los aranceles y la disposición de Netanyahu a ocupar Gaza ponen al descubierto la endeblez europea
No solo es con Estados Unidos donde queda al descubierto la endeblez europea. Si Trump puede volver a amenazar este miércoles a la UE con subir los aranceles hasta el 35% si no invierte los 600.000 millones acordados en energía —cuando aún escuece en muchos países europeos la subida del 10% al 15% aceptada por Von der Leyen—, la UE también se ha demostrado impotente para modificar lo más mínimo la posición del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, quien, lejos de poner fin a la guerra de Gaza, está decidido a ocupar toda la Franja, incluidas las zonas donde hay rehenes detenidos por Hamás. Según la prensa hebrea, Netanyahu ha avisado a varios ministros de que esta semana buscaría el apoyo de su gobierno para lograr la ocupación total de la Franja de Gaza, pasando por encima de las objeciones que se han hecho desde el ejército israelí.
A esas objeciones, el portavoz de Netanyahu ha contestado con una frase elocuente: "la suerte está echada, la ocuparemos por completo". La respuesta de la UE ha sido de bajo nivel: la portavoz de Exteriores, quien, desde Bruselas, ha señalado que rechazan cualquier plan de cambios demográficos y territoriales en Gaza. Además, ha subrayado que Gaza debe ser parte integrante del futuro estado palestino. ¿Eso va a ser todo? ¿Esta es la capacidad de respuesta de Europa en el conflicto? El primer ministro israelí, que cree contar con el apoyo de Trump y sin duda es así, parece dispuesto a dar un paso más en su escalada bélica. Una cuarentena de eurodiputados de derecha e izquierda del arco parlamentario abogan por la supresión del acuerdo comercial con Israel y piden que se impongan sanciones a su gobierno. Varias decenas de los 751 diputados que tiene la Eurocámara tampoco van a cambiar grandes cosas. Mientras, la hambruna y la invasión total avanzan sin ningún tipo de freno, más allá de algunos lamentos desde Bruselas sin fuerza alguna.