El nivel educativo de las personas, tiene una influencia bastante determinante en el tipo de alimentación que consumen. Así lo muestra un estudio a gran escala que se ha llevado a cabo en la Unión Europea y que concluye que la situación es verdaderamente preocupante en los países con menores ingresos. La investigación, que examina hábitos nutricionales europeos, ha analizado datos de 27.334 personas de 12 países europeos y ha sido llevada a cabo por expertos de la Universidad de Leeds en colaboración con la Oficina Regional de la Organización Mundial de la Salud para Europa (OMS Europa).

Es la primera vez que se combinan datos de encuestas nacionales sobre la dieta de todas las regiones de Europa, por lo que proporciona un mayor conjunto de datos representativos y una importante fuente de evidencia sobre la cual basar las políticas, aseguran los expertos que han participado en la investigación. La autora principal, la Dra. Holly Rippin, que a día de hoy es consultora de la OMS, subraya que este estudio demuestra que como el nivel de ingresos y la calidad de la dieta parecen estar vinculados, la educación podría proteger contra algunos de los efectos negativos a largo plazo de la mala nutrición en la salud de la población.

El estudio

Los científicos examinaron las relaciones que existían entre el nivel socioeconómico, la educación y la dieta de todas estas personas, en el que ha sido el primer estudio que demuestra que un nivel educativo más alto parece tener un beneficioso efecto en los países europeos de bajos ingresos. A medida que aumenta el nivel de educación individual, también se estimula la ingesta nutricional como parte de una dieta saludable, particularmente el hierro y el folato total. 

Los científicos que han llevado a cabo la investigación aseguran que las conclusiones demuestran la importancia de llevar a cabo políticas por parte de las autoridades sanitarias que divulguen cómo ha de ser una dieta equilibrada y adoptar hábitos saludables, priorizando los grupos más vulnerables y un nivel socioeducativo más bajo. El hecho de transformar estos hábitos puede tener una incidencia determinante en la salud de estas personas. Una mala alimentación y el hecho de padecer enfermedades relacionadas, como la obesidad, la hipertensión o las enfermedades cardiovasculares, están claramente relacionadas. En 2018, el 59% de los adultos de Europa padecía sobrepeso u obesidad. De hecho, las patologías relacionadas con ello son la principal causa de muerte, enfermedad y discapacidad en la región. 

La Organización Mundial de la Salud ha alentado a los países a realizar investigaciones sobre la dieta de la población para recopilar datos y así adaptar las políticas de salud pública para prevenir estas enfermedades. Por lo tanto, sería necesario que los países europeos aunasen sus criterios y establecieran estrategias de apoyo mutuo para favorecer la educación en la población con mayor riesgo de exclusión. Además, sería interesante que se favoreciera el acceso de estas personas a una alimentación más saludable, porque a día de hoy los productos de peor calidad nutricional presentan en ocasiones precios inferiores a los que deberían formar parte de una dieta saludable.