Israel ha reubicado parte de sus tropas desplegadas en la Franja de Gaza ante la posibilidad de que la escalada actual con Irán pueda desembocar en una guerra regional a gran escala. El ejército israelí ha anunciado este miércoles que ha retirado algunas de las unidades destinadas al enclave palestino para reforzar las fronteras norte y este del país, especialmente en los límites con el Líbano y Jordania. Esta decisión llega en un momento de máxima tensión, después de seis días consecutivos de bombardeos cruzados entre Israel e Irán. Según fuentes militares, las tropas movilizadas pertenecen a una de las divisiones más importantes que operaban hasta ahora en Gaza. Sin embargo, el mando militar ha precisado que todavía hay efectivos de cuatro divisiones desplegados en la Franja, donde continúa activa la ofensiva iniciada hace 20 meses contra Hamás.

Israel había anticipado durante meses que un ataque directo contra las instalaciones nucleares de Irán podría desencadenar una respuesta inmediata y abrumadora por parte de la red de aliados regionales y milicias intermediarias vinculadas a Teherán. Entre las preocupaciones principales destacaba Hizbulá, el grupo armado libanés que cuenta con un importante arsenal de cohetes y miles de combatientes formados y armados por Irán. Su capacidad ofensiva, construida precisamente como elemento disuasivo ante cualquier ofensiva israelí, hacía prever una escalada rápida y generalizada.

Sin embargo, en los últimos dieciocho meses, este escenario ha empezado a mutar. Los aliados de Teherán han sufrido duras bajas, y algunos han sido prácticamente desmantelados. En particular, Hamás —la organización islamista que mantiene estrechos vínculos con Irán y que lideró el ataque contra Israel el 7 de octubre de 2023— ha sido duramente castigada por la guerra en Gaza y ha perdido gran parte de su infraestructura militar y mando.

Además, después de meses de intercambios de fuego transfronterizos en apoyo de Hamás, el ejército israelí lanzó una operación sistemática contra Hizbulá que culminó el año pasado con la eliminación de buena parte de sus mandos, incluido su líder histórico, Hasan Nasrallah. Muchos de los combatientes de la milicia chií fueron abatidos o heridos, y el grupo ha visto cómo sus arsenales se reducían de manera significativa. De momento, Hizbulá ha optado por mantenerse al margen de la actual escalada entre Israel y el Irán, presionado también por el gobierno libanés, que le ha advertido claramente que no intervenga en el conflicto.

En paralelo, el diciembre pasado, el régimen de Bashar al-Assad, uno de los aliados históricos de Irán, fue derrocado por los rebeldes islamistas, enemigos declarados de Teherán y también hostiles con Israel. La caída del presidente sirio generó una oleada de inestabilidad en la región, que Israel aprovechó para actuar con rapidez. Las fuerzas judías bombardearon varios escondites de armas sirios y avanzaron hacia el sur del país con el objetivo declarado de crear una zona de seguridad. Según fuentes militares, esta maniobra buscaba evitar que el vacío de poder provocado por la caída de Al-Assad pusiera en riesgo la frontera norte de Israel.