En el mundo del vino, existe una creencia muy extendida: cuanto más cara es una botella, mejor es su contenido. ¿Pero es realmente así? En un vídeo de la cuenta de Instagram @lacrimaterrae, especializada en consejos y trucos sobre vinos para el día a día, se aborda esta cuestión con una mirada crítica y práctica. La creadora del contenido cita a la reconocida crítica enológica Jancis Robinson, una de las voces más respetadas del mundo del vino, quien explica que el precio no siempre es un reflejo directo de la calidad, sino del lugar que ocupa esa botella dentro del mercado. Y ahí es donde entra en juego un truco que puede cambiar nuestra manera de comprar vino.
¿Cuánto debe costar una botella de vino para acertar?
Robinson sostiene que, si imaginamos una línea que va de 0 a infinito euros, el dinero que pagamos por una botella se reparte de forma muy distinta según el tramo de precio. En la franja más baja, lo que realmente estamos pagando no es el vino en sí, sino el envase, la distribución, los impuestos, la etiqueta y el margen comercial. Es decir, en vinos de menos de 10 o 12 euros, la calidad del producto suele quedar relegada a un segundo plano, porque buena parte del coste se destina a aspectos que no tienen que ver con el contenido de la botella.

En el otro extremo, en los vinos excesivamente caros, entran en juego otros factores. A partir de ciertos precios, lo que se paga ya no es tanto la calidad del vino como la exclusividad, el prestigio de la bodega, la limitación de producción o el valor simbólico asociado a la marca. Son vinos que a menudo funcionan como piezas de lujo o inversión, pero cuyo sabor no siempre justifica la diferencia de precio frente a otras botellas más asequibles.
Esto no significa que no existan vinos magníficos por debajo de los 10 euros
Entonces, ¿dónde está el punto de equilibrio? Según esta teoría, la franja entre los 12 y los 40 euros es la que ofrece la mejor relación calidad-precio. En este rango, cada euro adicional que pagamos se traduce en una mejora real: mejores uvas, vinificaciones más cuidadas, barricas de mayor calidad y bodegas con proyectos sólidos que pueden invertir en hacer las cosas bien sin depender del marketing o del estatus. Dicho de otro modo, es en esta franja donde el vino “vale lo que cuesta”.
Por supuesto, esto no significa que no existan vinos magníficos por debajo de los 10 euros o auténticas joyas en gamas superiores. Pero, en general, si buscamos acertar sin dejarnos llevar por el precio o la etiqueta, movernos en ese rango medio nos asegura una experiencia más fiable. Y ese es precisamente el mensaje que @lacrimaterrae quiere transmitir: que el vino no debe ser un lujo, sino un placer cotidiano, accesible y honesto. Saber cuánto pagar y por qué es, al final, una cuestión de conocimiento más que de presupuesto, y esa es quizás la mejor inversión que puede hacer cualquier amante del vino.