La Font del Gat es uno de los rincones más emblemáticos de Montjuic, escondida entre los Jardines de Laribal y cargada de historia. Desde principios del siglo XX ha sido punto de encuentro popular y escenario de las famosas “fontadas”, aquellas comidas al aire libre que reunían familias y grupos de amigos. Después de unos años con poca actividad, el espacio se ha restaurado y ha vuelto a abrir bajo la batuta del Grup Confiteria, que le ha dado una nueva vida con el espíritu de un pícnic contemporáneo. Hoy, la propuesta combina el peso de la tradición con una oferta gastronómica sencilla, pensada para compartir y en una ubicación excepcional.
Un entorno idílico
Lo que más sorprende es el espacio; una terraza arbolada con mesas de madera esparcidas, y un ambiente de comedor al aire libre muy familiar. Si vas en días señalados, como en nuestro caso, que fuimos el día de la Mercè, se respira comunidad, con mucho movimiento de familias con niños y grupos, a menudo acompañado de música en directo.
La propuesta gastronómica gira alrededor de la cocina mediterránea popular: carne a la brasa, arroces para compartir, platos pensados para grupos y raciones. También hay menú de mediodía y opciones para mesas numerosas. En nuestro caso, optamos por la “Fórmula Arroz”, que incluye ensalada o gazpacho, el arroz del día y alioli. También pedimos unas raciones para compartir: ensalada de tomate de temporada, croquetas de asado, y una esqueixada de bacalao con olivada negra. De postre, un limón helado y un milhojas. Los platos son correctos y sin complicaciones innecesarias; todo lo que llega a la mesa está bien resuelto. Sin embargo, ninguno de los platos destaca especialmente por encima del resto, a excepción de los postres, que fueron lo mejor.
Un restaurante diferente
Un aspecto que nos sorprendió y que conviene conocer antes de ir es que el funcionamiento de La Font del Gat no es el de un restaurante convencional con camareros que vienen a tomarte nota a la mesa. Nosotros nos sentamos esperando que alguien nos viniera a atender y nos dimos cuenta de que la dinámica es otra. Una vez te asignan mesa —conviene reservar con antelación en días festivos porque el espacio se llena enseguida—, hay que ir a la caja, hacer el pedido y pagar allí mismo. Después pasas por la barra a recoger las bebidas y vuelves a la mesa a esperar que los camareros te traigan lo que has pedido. En el caso de los menús, el gazpacho y la ensalada se cogen directamente en el mismo lugar donde se recogen las bebidas.
Este funcionamiento, cuando ya se conoce, es ágil y práctico, pero la primera vez puede desconcertar. Si bien es cierto que hay un cartel que lo explica, no acaba de quedar del todo claro y nos faltó que alguien nos lo explicara de entrada. Eso sí, si vas en un día festivo, trae ganas de participar en una fiesta: ve en grupo, llega con tiempo y disfruta del ambiente. No esperes una comida íntima, sino un espacio de juerga y buen humor. La Font del Gat es un buen lugar para disfrutar de un buen rato con los amigos. Un rincón emblemático de Barcelona que vale la pena visitar.