La rotación de los locales de restauración es acaparadora: los hay que no duran ni un año. A rebufo de modas e inversiones, la burbuja gastronómica hace mucho bulto y ruido, pero como todas las burbujas, es volátil y vacía, no deja huella, no hace ni historia ni país: Much Ado About Nothing, que decía William Shakespeare.

El catalán llorica que no para de quejarse de la caterva de calamidades que supone haber nacido aquí tendrá que reconocer que, a pesar de todo, se come bien. Aquí se puede comer bien, hasta donde llega la memoria. Nuestra tradición gastronómica es firme y rica y la Fonda Europa de Granollers es uno de los referentes. Desde 1771 que acogen desde el comerciante camino de Francia que quiere cerrar un negocio entablándose hasta el paradista que viene a meterse un buen desayuno de tenedor a primera hora —en medio, todos los pasavolantes que la frecuentamos con cualquier excusa. Y desde 1771 que es la misma estirpe quien se encarga: toda una lección de perseverancia y hacerlo bien. Ahora la comanda Mariantònia Parellada Bordas, octava generación de Parellada, hija de Ramon (del señor Parellada y también de la Fonda) y sobrina de Ada (de la incombustible Semproniana).

Restaurando Fonda Europa / Foto: Guía Macarfi
La manduca en la Fonda Europa es consistente / Foto: Guía Macarfi

El edificio, de este amarillo, azul y blanco ya característico, hace esquina y es el primer número de una de las calles principales de la ciudad, Anselm Clavé: no pasa desapercibido y siempre hay movimiento. Las dos salas comedor son anchas, los ventanales las llenan de luz y toda la fonda es elegante, pero acogedora, sin aspavientos: tierra de baldosas blancas y negras, madera, bodegones de pescados y escenas de mercado.

Restaurando Fonda Europa / Foto: Guía Macarfi
Una fonda muy elegante y acogedora / Foto: Guía Macarfi

La iluminación también es excelente, con unas lámparas preciosas que dan la luz exacta (muchas son de Santa & Cole, y de hecho, el diseñador Gabriel Ordeig bautizó una de sus magníficas creaciones con el nombre del restaurante). Es uno de los puntos fuertes de la Fonda Europa: la cura del interiorismo, la buena imagen que transmite.

Restaurando Fonda Europa / Foto: Guía Macarfi
Cocina catalana de primera calidad / Foto: Guía Macarfi

El otro, evidentemente, es la manduca. Hacen un capipota que está buenísimo, consistente, ligado (12,8 €); los fideos a la cazuela, mar y montaña de concha y carne, con el sofrito y la picada como es debido, están simpáticos y llenos a gusto (19,8 €). Las albóndigas con sepia y manitas de cerdo son fenomenales (16 €). Y el cordero del Montseny a las doce cabezas de ajo, para perder el juicio (23 €). Tienen una de aquellas cartas que no hace falta que te rompas la cabeza: imposible pifiarla. Todo lo hacen bueno y con sentido. La Fonda Europa es la tradición hecha restaurante, la sabiduría de una familia que se ha deslomado durante décadas y que ha sabido ir traspasando, cultivando y conservando el amor y la humildad por este trabajo tan antiguo y bonito que es dar de comer y cobijo.