En el restaurante Semproniana, el aperitivo más aplaudido son unas pieles de patata fritas. Para dar un punto crujiente a los platos, utilizamos las raíces del puerro, y para endulzar el yogur, nuestra mermelada de sandía —hecha con la parte blanca que antes siempre tirábamos— es imbatible. Nuestra fracción orgánica cada vez es más escasa. Y estamos orgullosos. Eso no quiere decir que alarguemos la vida de los alimentos hasta fregar la inseguridad alimentaria. No somos ni bobos ni irresponsables: para el cliente siempre lo mejor. Quiere decir, sencillamente, que queremos a los alimentos y que siempre damos vueltas a cómo sacar el máximo provecho.
Porque el alimento tiene un único destino: ser comido. Si abres una naranja, un tomate o una patata, no lo verás a simple vista, pero dentro se esconden tesoros. Aparte de su sabor, los alimentos están rellenos de nutrientes, del esfuerzo del productor y de todos los recursos naturales que se ha utilizado para producirlos. Por lo tanto, no somos bobos ni irresponsables: lo que es una irresponsabilidad enorme es tirarlos. A lo largo de toda la cadena alimenticia se tiran alimentos en perfecto estado. Las razones son diversas y, a veces, imponderables, pero muchas otras son consecuencia de la negligencia de los que los mercadean y, también, a los prejuicios de los consumidores.
Los activistas contra el despilfarro alimentario no nos cansamos de recordar los datos aterradores que tienen que hacer que todos nos arremangamos la camisa para detenerlo. En el mundo se tira 1 de cada 3 alimentos producidos y con solo la mitad de lo que se malgasta podríamos combatir el hambre crónica mundial. Tirar es caro, no es ético y es insostenible medioambientalmente. Es caro porque pagamos dos veces por el mismo alimento: cuando lo compramos y cuando lo destruimos. No es ético porque hay muchas personas que lo necesitan y es insostenible medioambientalmente porque es la principal causa del cambio climático.
Aparte de su sabor, los alimentos están rellenos de nutrientes, del esfuerzo del productor y de todos los recursos naturales que se ha utilizado para producirlos. Por lo tanto, lo que es una irresponsabilidad enorme es tirarlos
Mañana, 29 de septiembre, es el Día Mundial de las Pérdidas Alimentarias. Aprovechando la efeméride, el Departament d’Agricultura, Ramaderia, Pesca i Alimentació de la Generalitat de Catalunya pone en marcha la campaña “Aprovechamos los alimentos”, destinada a sensibilizar y concienciar la población sobre esta lacra. A lo largo del mes de octubre os rogamos que os acerquéis a alguna de las principales actividades. El día 4 de octubre se celebrará el Maratón de Espigadas. Los voluntarios que se adhieran conocerán el proyecto de la Fundación Espigadores que aprovecha todo lo que queda en el campo después de la cosecha. Fruta y verdura que no tiene valor comercial por calibre o para no responder a los estándares estéticos es cogida y distribuida a entidades que atienden a personas sin recursos. El día 5 de octubre se celebrará La Gran Comida en Vic, una comida popular elaborada con fruta y verdura rescatada.
Y a lo largo de todo el mes de octubre podéis apuntaros a Gastrorecup, el puñetazo sobre la mesa del sector de la restauración. Más de 70 restaurantes elaborarán una comida con alimentos recuperados. Si estáis interesados —y, de hecho, no es una opción, tenemos que estar todos interesados—, consultad restaurantes, fecha, hora y disponibilidad en la web del Gastrorecup. Y en casa, hacedme el favor de mirar vuestro cubo de la basura. Haced análisis de las causas de lo que habéis tirado y buscad la solución para que no vuelva a pasar. Os lo agradecerá el bolsillo, la conciencia y el planeta.