Barcelona, 3 de abril de 801, hace 1.225 años, las tropas carolingias entraban en la ciudad. Tras un asedio de seis meses, las élites locales protagonizarían un extraño movimiento que culminaría con la degradación y captura de Harun al-Barxaluni —el jefe militar árabe de la plaza— y el desarmamiento y la masacre del escaso centenar de soldados andalusíes que defendían la muralla. Aquel movimiento facilitaría el cambio de poder en la ciudad y su territorio y marcaría un antes y un después: el fin de la tradición hispanovisigoda, que había trascendido, relativamente tolerada, durante la efímera dominación árabe (717-801), y el inicio de una nueva tradición carolingia, que conduciría a la creación de la nación catalana (801-987). Pero ¿quiénes eran aquellos barceloneses que abrieron las puertas a Carlomagno?
¿Cómo era la Barcelona anterior a los carolingios?
La investigación arqueológica moderna ha trazado diversos mapas que explican la Barcelona del año 800. Estos mapas revelan que era una ciudad de unos 2.500 habitantes, que había perdido la mitad de la población con relación a la anterior época visigoda (siglos V a VIII) y que vivía recluida en el interior de la muralla romana (siglo III), considerada la mejor estructura defensiva de Europa occidental. Pero, a pesar de su escasa importancia demográfica y económica (comparativamente con las andalusíes Tortosa o Lérida), era una plaza con un gran valor estratégico. Situada a medio camino entre las líneas fortificadas carolingias de los Pirineos y las grandes ciudades andalusíes del Ebro, ya era una plaza de intercambios comerciales entre aquellos dos mundos y ya era un objetivo importante en el proyecto expansivo de los francos hacia el sur.

¿Cómo era la sociedad barcelonesa anterior a los carolingios?
Ramon d’Abadal, el mejor investigador de este período histórico, explica que la sociedad barcelonesa que encontraron los carolingios era muy diversa. Tras la conquista árabe (717), una parte de las élites locales se había arabizado e islamizado para conservar su estatus político y económico. Un ejemplo lo tenemos en Harun al-Barxaluni, descendiente de segunda o tercera generación de esta conversión. Pero la inmensa mayoría de la sociedad local continuó practicando la confesión cristiana siguiendo el rito hispanovisigodo, que, después del 801, sería sustituida por la Renovatio Carolingia. Y continuó comunicándose con la lengua románica del territorio, un mozárabe aislado y arcaico, que, también después del 801, sería sustituido por el latín vulgar de la mitad norte de la Marca de Gotia.

¿Qué pasaba en el interior de Barcelona durante el asedio?
La historiografía tradicional pone mucho énfasis en la situación desesperada de los barceloneses tras seis meses de asedio (octubre, 800 - abril, 801) y la señala como la causa de la rebelión que precipitaría el fin del poder árabe en la ciudad. Pero, en cambio, Abadal o, más recientemente, Salrach —otro de los grandes investigadores de este período histórico— dibujan un poder local dividido en dos bloques o dos grupos tribales-familiares. Por un lado, el grupo de Harun, formado por su parentela (musulmanes o cristianos que se beneficiaban de su proximidad con el poder). Y por el otro, las élites que no compartían vínculos de parentesco con los de Harun, formadas, principalmente, por familias de remoto origen hispanorromano y que representaban la mayoría demográfica de la plaza.
¿Quién abrió las puertas de Barcelona a los carolingios?
Tanto Abadal como Salrach apuntan una alianza entre los cristianos del grupo de Harun y las oligarquías dominantes del grupo rival. Es decir, una alianza entre elementos de filiación hispanovisigótica e hispanorromana, que tenían en común la no adscripción religiosa y cultural al mundo árabe. En la construcción de esta alianza jugarían un papel muy destacado las élites de origen indígena del ejército carolingio. Es decir, los descendientes del formidable exilio de las clases rurales de la Tarraconense y de la Narbonense en el Reino de los francos durante la invasión árabe (714-723), que participaban activamente en la empresa carolingia (751-801). La mayoría de los primeros condes carolingios de la Marca de Gotia serían descendientes de aquel exilio indígena (714/723 - 751/801).

El papel de los judíos
Los primeros testimonios documentales de la presencia judía en Barcelona son posteriores a la incorporación de la ciudad al mundo franco (801). Pero la inmensa mayoría de los investigadores sostienen que, en la Barcino andalusí (siglo VIII) o, incluso, en la Barcino del Bajo Imperio (siglos IV y V), sería más que probable la existencia de una comunidad judía local. Según la misma investigación, habrían sido las comunidades locales judías de Girona (plaza incorporada al mundo carolingio en 785) y de Barcelona (que sería incorporada en 801) las que, de forma clandestina, y siguiendo las instrucciones de la élite indígena del ejército carolingio, habrían creado el canal de comunicación necesario para hacer efectivo el cambio de poder en Barcelona para iniciar una nueva etapa histórica que, casi dos siglos después, culminaría con el nacimiento de la nación catalana (978).