Hace unos meses, desayunando en l’Estanc d’Adrall unos platos de tripa debidamente regados junto a un buen amigo que es de paladar exigente, nos actualizábamos sobre los restaurantes históricos que nos gusta visitar regularmente —como el Passadís del Pep o Ca l’Isidre— aunque pasen los años, de las novedades y de aquellos a donde ya no vamos por un motivo u otro. Ciertamente, muchos de los que salieron en la conversación los conocíamos los dos, pero hete aquí que me puso por las nubes la marisquería Boccatti de Vic, abierta hace casi cincuenta años y que es una maravilla. Pues tomé buena nota de los comentarios y hoy, que estaba por Osona, me he acercado para comprobarlo, eso sí, llamando unas semanas antes para reservar, porque el local es pequeño, apenas caben una treintena de personas, y acostumbra a estar siempre lleno todos los días de la semana a excepción del domingo, que cierran por descanso semanal.
Para situarnos, el restaurante Boccatti es un negocio familiar abierto en 1978 que actualmente dirige con mano maestra Josep Girabent hijo, que hace de jefe de sala, junto con su mujer, Ester, y su madre, Maribel, que son las que mandan en la cocina y las culpables de que el restaurante tenga tan buena fama en toda la comarca.
Si no has puesto un pie en el restaurante Boccatti en tu vida, ya estás tardando, porque es una cita ineludible para los amantes del buen comer y beber en la comarca de Osona
Pero aguas arriba, Josep se encarga diariamente de elegir el mejor pescado y marisco de las lonjas cercanas, así como la carne más tierna y sabrosa y aquellos productos de temporada que tanto nos gustan como las alcachofas, las setas o las fresas silvestres, por poner algunos ejemplos
El espacio ha mantenido el azulejo verde de las paredes, la barra de aluminio y la madera noble, y así, entre nosotros, lo encuentro un acierto, porque parece que el tiempo se haya detenido dándole un aire retro que lo dignifica. La carta va bien repleta de joyas como las gambas de Palamós, las cigalas de la costa, los chipirones, las navajas y los calamares a la romana, y fuera de carta y como sugerencias del día, hoy ofrecían angulas, almejas de Carril, boletus, níscalos, cabra de mar o lenguadina. Lo sorprendente es que aquí no acaba la cosa, porque en la barra tienen expuesto el pescado salvaje del día, veo unos cabrachos, rodaballos y rapes que aún se mueven.
Visto cómo se las gastan con la calidad de los productos, empiezo la comida ventilándome unas gambas de Palamós XXL que son una delicia. Las saboreo al máximo, sin prisa y escuchando jazz del bueno que suena a lo lejos. Antes, sin embargo, Vicenç me había traído un platito de encurtidos con cebolla, aceitunas, brócoli y pimiento para matar el gusanillo.
Mientras el local se acaba de llenar, me traen unos calamares a la romana con un rebozado muy fino para no perjudicar el sabor ni la textura propios del calamar, una práctica nada habitual en otras partes, ya que muchas veces encuentras más rebozado que calamar.
Me llegan las cocochas de merluza con su pilpil y su guindilla servidas en cazuela de barro, que es la mejor manera para mantener el calor. Empiezo comiéndolas con tenedor tímidamente para acabarlas con cuchara y mojando pan como si no existiera un mañana. Unas refrescantes fresas silvestres con zumo de naranja le ponen la guinda a esta comida memorable que evocaré durante días.
Si eres cliente habitual del restaurante Boccatti, no hace falta que te venga con milongas, pero si, por el contrario, no has pisado su suelo en tu vida, ya estás tardando, porque es una cita ineludible para los amantes del buen comer y beber en la comarca de Osona.
