El melón serpiente, también conocido popularmente como alficoz, es uno de esos tesoros hortícolas del Mediterráneo que, a pesar de su antigüedad y sabor, se encuentra hoy al borde de la desaparición. Este curioso alimento, con apariencia de pepino alargado y retorcido, es en realidad un tipo de melón inmaduro perteneciente a la familia de las cucurbitáceas, la misma que agrupa a calabazas, pepinos y sandías. Su nombre botánico, Cucumis melo flexuosus, ya deja entrever su parentesco, pero también revela una de sus principales características: su forma curvada e impredecible.
¿Qué es el melón serpiente?
A primera vista, puede parecer extraño. Pero como tantas cosas en la vida, su belleza está en el interior. Su carne crujiente, fresca y suave, con un sabor cercano al del pepino pero sin el amargor, lo convierte en un ingrediente perfecto para los platos de verano. Se puede consumir en crudo, con piel, en ensaladas, gazpachos o incluso como acompañamiento de hummus. Es saciante, hidratante y fácil de digerir, cualidades que lo hacen ideal para quienes buscan una dieta ligera y saludable.

A pesar de sus bondades, el melón serpiente no figura en los registros agrícolas oficiales. Su cultivo se limita a pequeñas explotaciones del Levante español, sobre todo en zonas de la provincia de Alicante, donde todavía se planta de manera tradicional en huertos familiares. Mientras tanto, España importa miles de toneladas de frutas exóticas, ignorando cultivos autóctonos como este, que van quedando relegados por su menor rentabilidad o por no encajar en los estándares comerciales actuales. En efecto, su forma irregular y tamaño cambiante lo hacen poco atractivo para las cadenas de distribución, que priorizan la uniformidad.
Pero no todo está perdido. En los últimos años, algunos cocineros y agricultores comprometidos con el producto local han comenzado a revalorizar el alficoz en sus cocinas y mercados. Su versatilidad lo convierte en una alternativa sostenible y deliciosa al pepino, y empieza a despertar interés entre consumidores que buscan productos de proximidad y con historia. A continuación, puedes ver una receta en la que se aprovecha al máximo nuestro ingrediente protagonista:
El cultivo del melón serpiente es sencillo, aunque requiere sol abundante, riego frecuente y suelos bien drenados. Se siembra en primavera y se recolecta pocas semanas después, cuando el fruto aún está tierno. Cuanto más grande crece, más blanda y menos sabrosa se vuelve su pulpa. Por eso, los mejores ejemplares son los que miden entre 30 y 60 centímetros.
Se siembra en primavera y se recolecta pocas semanas después
Más que un simple vegetal, el alficoz es un símbolo del saber hortelano tradicional, un vínculo con el pasado que aún puede tener futuro. Recuperarlo no solo significa salvar una variedad: es preservar una forma de vida, un gusto y una memoria que merece seguir en nuestras mesas.