La cebolla cruda es un alimento amado y odiado a partes iguales. Amado porque realza ensaladas, bocadillos y salsas con su frescura, y odiado porque a menudo se “repite” y deja en la boca una sensación persistente difícil de ignorar. El motivo está en los compuestos sulfurados que se liberan cuando la cortamos: responsables de su aroma, de ese sabor tan característico… y de que la digestión se vuelva más pesada. Ahora bien, existe un ingrediente humilde que puede cambiar radicalmente esta historia: la sal. No hablamos de añadirla al guiso o al aliño, sino de usarla directamente sobre la cebolla cruda para transformarla antes de comerla.

Por qué deberías poner un poco de sal al cortar la cebolla

Quizás te sorprenda lo que te contamos, pero si lo pruebas tu relación con la cebolla cambiará de ahora en adelante. Cuando se cubre la cebolla recién cortada con una capa generosa de sal, comienza un proceso casi mágico: la sal extrae agua de sus capas y con ella arrastra buena parte de los compuestos responsables de su agresividad. En apenas 15 minutos, la cebolla se vuelve más suave, ligera y digestiva, sin perder su esencia. El paso final consiste en enjuagarla con agua templada y después con un chorro de agua fría. ¿El resultado? Una cebolla lista para comer sin miedo a que se repita durante horas.

Cebolla cruda / Foto: Unsplash
Cebolla cruda / Foto: Unsplash

Un efecto más allá del sabor

Lo interesante de este truco es que no se hace para dar más gusto, sino para modificar la naturaleza misma de la cebolla. La sal actúa como un filtro que reduce la fuerza de sus compuestos y la convierte en un alimento mucho más amigable con el estómago. El precio a pagar es que pierde parte de su crujiente frescura, pero en muchos platos, desde ensaladas hasta marinados, esto no supone un problema, sino un punto a favor.

Existen otros trucos para evitar que la cebolla se repita: sumergirla en agua con sal y azúcar, darle un baño de hielo con limón o incluso aplicarle un golpe de calor rápido en la plancha o el microondas. Todos funcionan en mayor o menor medida, pero ninguno tiene la simplicidad y eficacia de la sal en solitario. Además, mientras que el calor cambia de forma más evidente la textura y el sabor, y el limón aporta un toque ácido, la sal consigue un efecto más neutro y versátil.

Cebolla roja / Foto: Unsplash
Cebolla roja / Foto: Unsplash

Un gesto sencillo con mucha historia

Lo curioso es que este uso de la sal no es nuevo: forma parte de esos gestos transmitidos de generación en generación en la cocina casera. La misma lógica que se aplica al curar pescados o conservar embutidos se encuentra aquí en versión rápida, adaptada a un ingrediente tan cotidiano como la cebolla. Poner sal a la cebolla recién cortada no es un capricho, sino un recurso con base científica y tradición popular que nos permite disfrutar de este vegetal sin sus temidos efectos secundarios. Una prueba de que, en la cocina, lo más simple puede ser también lo más efectivo.