La sandía es una de esas frutas que representan el verano como pocas otras. Refrescante, dulce, ligera y con un alto contenido en agua, se convierte en la mejor aliada para combatir el calor y mantenerse hidratado durante los meses más calurosos del año. Sin embargo, lo que muchas personas no saben es que, si no se manipula correctamente, esta delicia veraniega puede convertirse en un problema de salud más serio de lo que parece. Y todo por un gesto que se suele pasar por alto: no lavar la cáscara antes de cortarla.
El fallo con la sandía que puede arruinarte el verano
A primera vista, puede parecer algo irrelevante. Al fin y al cabo, la cáscara no se come, ¿verdad? Pero ahí está precisamente el error. La superficie de la sandía, al igual que la de muchas otras frutas que se venden enteras, puede acumular microorganismos indeseados durante todo su recorrido: desde el campo donde fue cultivada, pasando por su transporte, hasta llegar a la frutería o supermercado. Y si no la lavamos antes de usar el cuchillo para abrirla, ese mismo cuchillo puede actuar como vehículo, arrastrando bacterias de la piel hacia la pulpa jugosa que después vamos a consumir directamente.

Entre los microorganismos más comunes que pueden estar presentes se encuentran la Salmonella, la E. coli y la Listeria, todas responsables de infecciones gastrointestinales que pueden provocar desde dolores abdominales leves hasta cuadros más graves con fiebre, vómitos o diarreas intensas. El riesgo aumenta especialmente en niños, personas mayores o quienes tienen un sistema inmunitario debilitado. Y como es lógico, en verano este tipo de bacterias proliferan con más facilidad debido a las altas temperaturas.
Estos microorganismos pueden provocar desde dolores abdominales leves hasta cuadros más graves
Para evitar sustos innecesarios, basta con seguir unos pasos muy sencillos pero importantes. Antes de cortar una sandía, es recomendable lavar su cáscara con agua potable, y si es posible, ayudarse de un cepillo limpio para frotar con suavidad la superficie. Después, conviene secarla bien con papel de cocina de un solo uso. También es fundamental que tanto las manos como el cuchillo que vamos a utilizar estén limpios. Y una vez cortada, la sandía debe guardarse en la nevera y consumirse lo antes posible.
Son medidas básicas que, aunque pueden parecer obvias, a menudo se descuidan. Y más en verano, cuando el ritmo relajado de las vacaciones hace que se bajen algunas defensas… también en la cocina. Pero la prevención no está reñida con el disfrute. Podemos seguir saboreando cada bocado de esta fruta estival sin miedo, siempre que pongamos un poco de atención en los detalles. Porque a veces, lo que parece un gesto sin importancia puede marcar la diferencia entre un verano tranquilo y uno con una visita innecesaria al médico.