Menos de veinticuatro horas después de que el gobierno español anunciara que pensaban llevar el tema de los whatsapps entre Pedro Sánchez y José Luis Ábalos a la justicia y lo hiciera solemnemente desde la tribuna del palacio de la Moncloa, la que se utiliza tras la reunión del Consejo de Ministros, el anterior número dos del PSOE y exministro de Transportes ha admitido que consintió, al menos, la filtración de una parte significativa de los mismos. No han salido, en consecuencia, ni de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil ni del juzgado que instruye la causa. La rotundidad del Gobierno en que no habían salido de Ábalos ha durado muy pocas horas y, de paso, se confirma que el vendaval de estos mensajes no ha hecho más que empezar. Con esta mala noticia empezó para Sánchez lo que acabó siendo un miércoles negro. En una misma jornada, el Congreso de los Diputados tumbó el tratado entre España y Francia firmado en Barcelona en 2023 que, entre otras cosas, pedía mejorar la ejecución de las euroórdenes; caía la teoría del ciberataque en el apagón eléctrico del pasado 28 de abril que dejó España a oscuras durante casi catorce horas; el CIS de José Félix Tezanos, esa casa de encuestas que hace magia a favor de los socialistas con el dinero de todos para no acertar nunca, le daba la distancia más corta entre PP y PSOE; y las acusaciones populares del caso de su hermano David Sánchez pedían tres años de prisión después de que la jueza de Badajoz lo procesara por prevaricación y tráfico de influencias. 

Se mire como se mire, los whatsapps están provocando en las filas socialistas un auténtico temblor de piernas ante lo desconocido. Empezaron restándole importancia, siguieron apuntando que el caso acabaría en los tribunales, enfocaron hacia la Guardia Civil y la justicia y veremos cuál es el próximo movimiento. La filtración de los whatsapps amenaza con ser una mina informativa y el error sería leerlos descontextualizadamente de lo que sucedió antes o después de la comunicación entre Sánchez y Ábalos. No en los que hay un simple desprecio personal —como son los relacionados con algunos ministros o barones socialistas, o incluso con el referente de Podemos, Pablo Iglesias— sino en aquellos en los que ha habido detrás decisiones del Consejo de Ministros, como las ayudas al rescate de Air Europa que acabó perjudicando a IAG. Entre otras cosas porque la doctrina del Tribunal Supremo respecto al tráfico de influencias no se ciñe solo al resultado obtenido sino a la actividad realizada.

Las elecciones no van a precipitarse porque las opciones de Sánchez de mantener el cargo son nulas a día de hoy

En cualquier caso, la legislatura española ha dado una nueva vuelta de tuerca a la fragilidad del Gobierno. No van a precipitarse las elecciones, porque las opciones de Sánchez de mantener el cargo son nulas a día de hoy y vamos a ir hacia un final desordenado de la legislatura. Un gobierno sin una agenda política en el Congreso, sino centrado en su supervivencia y en llegar a 2027. ¿Va a poder llegar al final? ¿Por qué no? La vara de mando la sigue llevando Sánchez, pero solo va a salir lo que Junts y, en menor medida, Podemos, quieran. La crisis, que es política, está cada vez más hilvanada con la justicia, que, con una maquinaria mucho más lenta, no da nunca un paso atrás. Partido, mujer, hermano, colaboradores, están en una u otra causa y van siendo citados con la precisión de un reloj suizo y visto desde fuera, la telaraña que se está tejiendo va a acabar ahogando cualquier capacidad de respuesta de la Moncloa. La agenda que tanto le gusta controlar a Sánchez —como el anunciar la Conferencia de Presidentes en Barcelona— acaba siendo intrascendente al lado de la que está cayendo.

El último en aparecer en escena es el secretario de organización del PSOE, Santos Cerdán. El sustituto de Ábalos, que juega un papel importante en las relaciones con Junts, ya que es la cara visible de las negociaciones en Ginebra —Zapatero está, pero de él no se habla en público—, además tiene una relación enormemente fluida con el secretario general de Junts, Jordi Turull. Santos Cerdán y Turull se entienden bien como hombres de partido que ambos son. Pues bien, el político socialista podría tener en los próximos días un serio contratiempo si, como se especula, un informe de la UCO le apunta directamente por sus vínculos con algunas constructoras. Si es así, el Tribunal Supremo movería pieza y su futuro político se complicaría. Veremos cómo encaja el Gobierno y Pedro Sánchez esta reorientación de la legislatura y cómo cierra filas internamente y recaba los apoyos parlamentarios que hoy necesita. La derrota en el Congreso certifica que en el carril en el que están las cosas le van a ser muy difíciles.