La Casa Blanca vive inmersa en un ambiente de máxima tensión, marcado por la frustración y la irritación tanto del presidente Donald Trump como de su entorno más próximo. El mandatario, que esperaba disfrutar de un verano triunfal después de haber consolidado su poder con la aprobación de la denominada "Gran y Preciosa Ley", haber impuesto nuevos acuerdos comerciales a varios países y haber forzado los miembros de la OTAN a incrementar el gasto en defensa, ha visto cómo la agenda que quería capitalizar ha quedado totalmente eclipsada por el retorno del caso Jeffrey Epstein. Las dudas sobre la relación entre el delincuente sexual y Trump han vuelto al primer plano mediático, generando un malestar intenso dentro del Ala Oeste. Fuentes próximas al entorno presidencial describen un clima cargado, casi ingobernable. "El presidente está claramente furioso", ha asegurado a un alto funcionario bajo condición de anonimato en declaraciones a Politico. "Es la primera vez que los veo como si estuvieran paralizados".
La histeria que se ha apoderado de Trump tiene un origen claro: su incapacidad para redirigir el foco mediático hacia cuestiones que considera más favorables para su presidencia. Según las mismas fuentes de la Casa Blanca, el republicano se muestra cada vez más frustrado con su equipo, incapaz de contrarrestar la avalancha de información y especulaciones en torno al caso Epstein, un escándalo que los republicanos habían contribuido a alimentar años atrás con la difusión de teorías de la conspiración. La situación se agravó cuando la fiscal general Pam Bondi volvió a poner el caso en la agenda pública con la publicación de documentos que, a pesar de ser conocidos, encendieron una nueva oleada de atención mediática. Voces influyentes del movimiento MAGA (Make America Great Again), como Steve Bannon y Laura Loomer, han criticado duramente la respuesta del gobierno, advirtiendo que esta crisis comunicativa podría "consumir su presidencia". La tensión ha aumentado todavía más a raíz de la publicación, la semana pasada, de un artículo en el Wall Street Journal que alegaba que Trump había enviado a Epstein una carta con contenido lascivo para felicitarlo por su cumpleaños. El presidente ha negado rotundamente los hechos y ha interpuesto una demanda por difamación contra el diario.
El huracán político y mediático que rodea Trump no solo desestabiliza su presidencia, sino que empieza a erosionar su liderazgo dentro del Partido Republicano y el movimiento MAGA. A pesar de haber ejercido un control casi absoluto sobre la base conservadora durante cerca de una década, el presidente ha perdido la capacidad de marcar el ritmo de la narrativa pública, un déficit que amenaza con deshacer el ímpetu que el partido había recuperado. A principios del mes de julio, el entorno republicano presumía de fortaleza, preparando a una batería de propuestas —como nuevos recortes fiscales y un refuerzo de la financiación fronteriza— para posicionar con ventaja de cara a las elecciones de medio mandato del 2026. En este escenario de crisis, Trump ha intentado recuperar el protagonismo, insistiendo en la buena salud de la economía norteamericana y acusando al expresidente Barack Obama de traición. El martes mismo, el magnate había anunciado lo que ha descrito como "el mayor acuerdo nunca hecho" con Japón, el quinto socio comercial de los Estados Unidos en el 2024, y había revelado nuevos acuerdos con Filipinas e Indonesia.
El sabotaje viene de dentro
Los esfuerzos de Trump por imponer una narrativa triunfante han chocado con las acciones de algunos miembros de la administración. El republicano cree que sus propios colaboradores están saboteando sus esfuerzos por redirigir la atención pública, alimentando involuntariamente la polémica en torno al caso Epstein. Varios miembros del gobierno norteamericano han cometido errores no forzados que han acabado amplificando el problema, entre ellos la fiscal general Bondi y el director del FBI, Kash Patel, que han hecho declaraciones exageradas o inoportunas sobre el caso. "Ellos son los que abrieron la caja de pandora de la conversación de Epstein. Nadie los obligó a hacerlo, cosa que hace que sea todavía peor," ha asegurado una fuente próxima al Ala Oeste en declaraciones a Politico. Este sentimiento de desgaste se ve reflejado también entre los altos funcionarios, que expresan malestar para ver cómo los esfuerzos políticos del día a día quedan eclipsados por el foco mediático. Cuando trabajas de 12 a 15 horas al día para resolver problemas reales y enciendes la televisión y ves a gente hablando de Jeffrey Epstein, eso es frustrante. Aquí es donde radica la mentalidad del presidente", ha explicado el mismo testimonio.
Asimismo, uno de los detonantes que ha empujado Trump a abordar de manera directa el polémico caso Epstein ha sido la actuación reciente del Departamento de Justicia, que ha solicitado la publicación de los expedientes del gran jurado y, según varias fuentes, habría iniciado contactos con Ghislaine Maxwell, la cómplice de Epstein condenada a 20 años de prisión federal por tráfico sexual de menores y otros delitos. Esta ofensiva legal ha generado una alarma inmediata en la Casa Blanca, donde se percibe como una maniobra altamente desestabilizadora para el presidente. Sin embargo, ante de las cámaras el mensaje es diferente. Trump aseguró el martes que no sabía qué estaba haciendo exactamente el Departamento de Justicia, pero que le parecía "apropiado".
Trump on his former lawyer, Todd Blanche meeting with Ghislaine Maxwell:
— Republicanos against Trump (@RpsAgainstTrump) July 22, 2025
"It sounds appropriate to do it...I didn't know they were going to do that. I don't really follow that too much. It's sort of a witch hunt. Just a continuation of the witch hunt. The witch hunt you should… pic.twitter.com/Ofqa3LvhKD
Puertas adentro, las aguas no están nada calmadas. El caos de la última semana ha desembocado en una de las crisis internas más profundas desde el retorno de Trump a la Casa Blanca, con un presidente incapaz de recuperar el control de la narrativa y completamente atrapado por el relato del caso Epstein, que eclipsa incluso los éxitos que él mismo intenta proyectar.