El 2 de mayo de 2023, en un lujoso hotel de Boston, Joel Embiid rompió en llanto al escuchar su nombre como ganador del premio MVP de la temporada NBA. Aquella noche, entre aplausos y cámaras, el gigante camerunés de 2,13 metros recordó su infancia en Yaundé, cuando su sueño no era encestar, sino meter goles como su ídolo, Samuel Eto’o, vistiendo la camiseta del FC Barcelona. Nadie, ni siquiera su propia familia, imaginó que aquel chico que escapaba de las clases para jugar al fútbol acabaría dominando las canchas de la NBA.

Embiid, con 31 años y una carrera marcada por la resiliencia, las lesiones y la tragedia familiar, confesó que su historia “no es solo de baloncesto, sino de vida”. En su carta para The Players’ Tribune, el pívot reveló su pasión oculta: soñaba con jugar en el Barça de Eto’o, el delantero camerunés que deslumbraba al mundo con su velocidad y carisma. El jugador de los Philadelphia 76ers expresó que anhelaba imitar a Eto’o y que, cada vez que este metía un gol, se imaginaba que el autor era él.

Eto'o EFE

De los campos de tierra al parquet de la NBA

Lo que comenzó como una travesura infantil se transformó en una odisea deportiva. Joel Embiid creció entre la disciplina militar de su padre y la rigidez académica de su madre, pero cada tarde encontraba su escapatoria: un baldío junto a su casa donde, con un balón improvisado, intentaba imitar los regates de Eto’o. Su madre creía que estudiaba; en realidad, el futuro MVP practicaba remates y celebraciones.

Sin embargo, el destino tenía otros planes. A los 15 años, un video de Hakeem Olajuwon cambió su vida para siempre. Fascinado por los movimientos del legendario pívot nigeriano, Embiid dejó atrás el fútbol para probar suerte con el baloncesto. “Al principio ni sabía qué hacer con la pelota”, confesó entre risas. Pero su talento físico era demasiado evidente para pasar desapercibido.

Embiid

El descubrimiento que cambió su destino

Un tío visionario, Didier Yanga, envió una foto suya a un cazatalentos de la NBA, y aquel gesto lo cambió todo. En pocos meses, el muchacho que nunca había pisado una cancha profesional ya estaba en la mira de Luc Mbah a Moute, otro camerunés que triunfaba en la NBA. Gracias a él, Joel consiguió una beca para entrenar en Estados Unidos, aunque su familia se mostró reticente.

Pero Embiid no solo se fue: se convirtió en un fenómeno, un símbolo de superación y talento. En 2014 fue elegido por los Philadelphia 76ers y pronto se ganó un apodo que marcaría su carrera: “The Process”. Él mismo lo adoptó con orgullo, repitiendo hasta el cansancio su lema: Trust the Process. Lo curioso es que Embiid nunca perdió su amor por el fútbol. A pesar de ser una estrella del baloncesto, es un ferviente seguidor del Real Madrid, y suele bromear en redes sociales con el eterno rival, el Barcelona. Sin embargo, guarda un respeto absoluto por Lionel Messi, a quien considera “el mejor de todos los tiempos”.

Actualmente, el pívot camerunés, que pasó de soñar con ser delantero en el Camp Nou a convertirse en uno de los atletas más destacados de la NBA, representa un ejemplo de tenacidad. Su trayectoria, que comenzó en Camerún y lo llevó a Estados Unidos, subraya cómo una determinación firme permite alcanzar el éxito deportivo al más alto nivel global, incluso si los objetivos iniciales se transforman drásticamente.