Durante décadas, el desarrollo de satélites militares era sinónimo de plazos largos, presupuestos astronómicos y un secretismo extremo. Sin embargo, algo parece estar cambiando. La Fuerza Espacial de EE. UU. y la Oficina Nacional de Reconocimiento, también conocida como NRO, han empezado a mirar con otros ojos a un viejo amigo: el sector comercial. Y el hallazgo trae interesantes sorpresas.

La revolución comercial que sacude al estamento militar

El general Stephen Purdy reconocía en una pasada audiencia ante el Congreso de Estados Unidos que "los satélites comerciales hacen mucho más de lo que pensábamos". Ya sabemos que están ayudando, por ejemplo, a recortar un tercio del tiempo de desarrollo de algunos de sus proyectos y más de la mitad del coste de misiones clave. Y el punto de inflexión parece haber llegado con empresas como SpaceX, BlackSky o Planet.

Estas compañías nacieron con fines comerciales, vender imágenes por satélite u ofrecer conexiones de internet satelital, pero ahora parece que se están adaptando a las necesidades del estamento militar. La NRO, responsable de los satélites espía de Estados Unidos, ya ha lanzado cerca de 200 satélites basados en el diseño de los homónimos de Starlink, mientras que la Fuerza Espacial está desplegando constelaciones de satélites en órbitas bajas para detectar misiles y transmitir datos en tiempo real.

Imagen del bus de satélite desarrollado por la compañíaa Astranis

Uno de los programas más sensibles del Pentágono, denominado GSSAP, es el encargado de vigilar objetos en la órbita geoestacionaria. Hasta ahora, sus satélites eran diseñados y fabricados por contratistas como Northrop Grumman, pero parece que en los últimos meses, el enfoque ha cambiado: se quiere abrir la puerta a otras empresas, que podrían ser más rápidas, menos costosas y desclasificadas.

Ese último punto es realmente importante, dado que no solo se reducen barreras, sino que se permite que los países aliados puedan adquirir tecnologías similares. Y si hablamos del programa GSSAP, parece que también el sistema GPS está en el punto de mira. La Fuerza Espacial ha lanzado un programa para reforzarlo, conocido como R-GPS. Su objetivo es desplegar nuevos satélites, con un coste de entre 50 y 80 millones, en lugar de los actuales 250 millones, gracias a empresas como Astranis o Axient.

Este cambio de paradigma en el estamento militar, confiando más en el sector privado, podría servir para que la inteligencia estadounidense gane en flexibilidad, rapidez y capacidad de adaptación. Si ya Dan Goldin promocionó, en la década de los 90, el mantra de "más rápido, mejor y más barato", ahora parece que las empresas privadas podrían ayudar a que Estados Unidos alcance nuevos horizontes en la órbita terrestre.