A expensas de lo que publiquen los diarios de Madrid en sus portadas de este jueves y si surge un nuevo caso de corrupción, Pedro Sánchez podrá dormir este miércoles plácidamente en el palacio de la Moncloa, ya que su mayoría parlamentaria, la de su investidura como presidente del Gobierno el 16 de noviembre de 2023, sigue, en la práctica, intacta. Después de su comparecencia en el Congreso en el pleno de la corrupción, aquella mayoría absoluta de 179 votos a favor y 171 en contra está, en la práctica, exactamente igual. Cierto que no hay proyectos legislativos que puedan salir adelante, que España está sin presupuestos y que hay gobierno aunque en realidad no gobierna. Pero eso son cosas menores, a las que la gente tampoco presta mucha atención. La entrada en prisión del secretario de Organización del PSOE hasta hace unas pocas semanas, Santos Cerdán, como presunto líder de la trama de mordidas del PSOE, por los delitos de organización criminal, cohecho y tráfico de influencias, según el magistrado del Tribunal Supremo Leopoldo Puente, lejos de ahondar la crisis del PSOE y la desconfianza de sus socios le ha permitido a Sánchez situar, por ahora, una alambrada entre Cerdán, Koldo y Ábalos y la Moncloa.

Seguramente, ninguno de los socios parlamentarios de Sánchez se cree que sean tres manzanas podridas y nada más. Pero aún pesa mucho más el miedo a PP y Vox que tumbar al PSOE facilitando una moción de confianza o abriendo de par en par la puerta a unas elecciones españolas avanzadas. Tampoco ningún partido le dio a Sánchez un cheque en blanco, pero para un político que vive al día, pendiente de lo que la UCO de la Guardia Civil pueda presentar en el juzgado, un día es un día menos para llegar a las vacaciones de agosto, el momento en que España se paraliza y, sobre todo, los juzgados: el Tribunal Supremo cierra a cal y canto hasta el 1 de septiembre. Los dos partidos independentistas catalanes, Esquerra y Junts per Catalunya, a través de sus primeras espadas Gabriel Rufián y Míriam Nogueras, emplearon el tiempo de sus intervenciones más o menos para utilizar argumentos ya exprimidos en intervenciones anteriores. El portavoz republicano para pedirle políticas más de izquierdas y señalar a Sánchez que si hay nuevos escándalos en su gobierno se tendrá que dar la voz a la ciudadanía y la representante del partido de Puigdemont le recordó que está en prórroga y que esta no dura toda la legislatura. También aprovechó para recordarle que ellos no eran socios del gobierno, cosa que estrictamente es cierta, pero sí que forman parte de la mayoría de investidura, y eso no ha cambiado.

El debate de verdad no iba sobre la corrupción sino sobre los apoyos de Sánchez

Aunque el pleno parlamentario era para escuchar las medidas del gobierno contra la corrupción, que los diferentes portavoces dedicaran tan poco tiempo a ello quiere decir dos cosas: que las medidas eran básicamente cosméticas y para salir del paso y que el debate de verdad no iba sobre la corrupción sino sobre los apoyos de Sánchez. Y aquí, los números tienen más valor que los discursos. El PP y Vox solo suman a sus 170 diputados el parlamentario de UPN y, quizás, el de Coalición Canaria, que dice que cambiará de bando si Sánchez no se somete a una cuestión de confianza, que no lo hará. Siguen siendo 172 frente a los 178 que aún aglutina el Gobierno. Aunque todavía faltan días para el 18 de julio, en que se abordará (o no), en Bruselas, la oficialidad del catalán, en la reunión del Consejo de Asuntos Generales de la Unión Europea, no parece que los socios de Feijóo en Europa, empezando por Alemania, vayan a dar este balón de oxígeno a Sánchez para mejorar sus relaciones con Junts. Mientras llega el 18, España lo mantiene en el orden del día por ahora como un intercambio de puntos de vista entre los ministros de Asuntos Exteriores, a diferencia del mes pasado, cuando la cuestión llegó a figurar como un punto para adoptar una decisión, aunque, finalmente, la falta de apoyos la hizo saltar de la agenda.

Lo que sí que visualizó el pleno es que la política camorrista, como fórmula parlamentaria, ha alcanzado cotas importantes, al margen de Santiago Abascal. Que el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, hable de las saunas del suegro de Pedro Sánchez traspasa las líneas del debate político. Con estas palabras: “¿Pero con quién está viviendo, usted? ¿Pero de qué prostíbulos ha vivido usted? Partícipe a título lucrativo del abominable negocio de la prostitución. Y ahora quiere usted ilegalizar su biografía”, seguro que compite con la extrema derecha en un tono asimilable al de Isabel Díaz Ayuso. Pero el centro no está ahí. La réplica del portavoz socialista, Patxi López, fue del mismo nivel: "Por supuesto que Pedro Sánchez nunca se iría de vacaciones con un narco mientras cientos de jóvenes morían en Galicia por la droga”, en referencia a la foto de Feijóo con Marcial Dorado en la década de los 90. Resumiendo: hoy, todo sigue igual.