Tal día como hoy del año 1480, hace 545 años, en Aix-en-Provence (capital del condado de Provenza, que ya formaba parte de la monarquía francesa), moría Renato de Anjou, que catorce años antes (1466) y en el contexto de la Guerra Civil catalana (1462-1472) había sido nombrado conde de Barcelona. Aquel nombramiento había sido promovido por la élite del estamento nobiliario catalán (la aristocracia feudal), que, desde el cambio de estirpe real que se había producido en Caspe (1412), mantenía una relación muy tensa con los monarcas Trastámara que se habían sucedido en el trono (Fernando I, Alfonso el Magnánimo y Juan II).

Este conflicto, que acabaría provocando la Guerra Civil, venía motivado por las profundas diferencias entre estos dos estamentos. Mientras que los Trastámara (con el apoyo de las élites mercantiles de Barcelona y de València) ponían en práctica políticas autoritarias (propias de reyes preabsolutistas) que perseguían el objetivo de derribar el régimen feudal; las oligarquías nobiliarias se aferraban a la arquitectura pactista propia del feudalismo —el dibujo clásico del equilibrio entre los poderes real, nobiliario y eclesiástico— para conservar el poder que ostentaban (la corona no podía hacer nada sin pactarlo, previamente, con los otros dos estamentos).

Renato fue nombrado en su condición de hijo de Violante de Aragón, la primogénita del rey Juan I —el penúltimo monarca Bellónida— y de su segunda esposa, Violante de Bar. Cuando murió Juan I (1396), la ley no escrita que impedía a las mujeres sentarse en el trono de Barcelona, no permitiría a Violante —la madre de Renato— hacer valer sus derechos legítimos. Más tarde, cuando murió Martín I (1410) —hermano pequeño y continuador de Juan I— sin sucesión legítima, Violante y su marido, Luis II de Provenza, presentarían su candidatura al trono, pero enseguida quedarían arrinconados por los dos grandes favoritos para relevar al difunto: Jaime de Urgell y Fernando de Trastámara.

Cuando estalla la Guerra Civil, las oligarquías nobiliarias —que tenían el control de las instituciones catalanas— cesan a Juan II —el tercer Trastámara— y, en primera instancia, nombran a Pedro de Portugal, nieto de Jaime de Urgell. Pero la prematura muerte del portugués (junio, 1466) obligaría a buscar un relevo, que encontrarían en la figura de Renato, hijo de Violante y nieto de Juan I. Sin embargo, Renato nunca vino a Barcelona, y en su lugar envió a su hijo, Juan de Lorena, que actuaría como lugarteniente. Las sucesivas derrotas militares del bando aristocrático conducirían al abandono de esta opción y, finalmente, la nobleza catalana acabaría readmitiendo a Juan II.