En Finlandia, el país más feliz del mundo, según publican varios estudios, hay una cosa más preciada que sus famosas saunas: los dos meses de verano. Con la subida de las temperaturas en julio y en agosto, los finlandeses aprovechan la presencia del deseado solo para relajarse en las playas, bañarse, practicar deportes al aire libre o, simplemente, descansar. Pero desde hace unos años, al sol y la playa se ha sumado uno tercero en discordia: kilos y kilos de excrementos de ocas de mejilla blanca. Los pájaros, que ya se contabilizan por miles en Helsinki, capital de Finlandia, se han convertido en otro elemento esencial del paisaje estival finlandés. Durante la noche, las aves se ponen cerca del agua, sin ningún alma que las estorbe y, a amanecer, y a medida que las personas van llegando a las preciadas playas, las ocas se alejan dejando un rastro en forma de excrementos.

La presencia de este tipo de aves en las playas finlandesas no es ninguna novedad, pero en las últimas décadas su número ha ido en aumento, así como las complicaciones que se derivan para mantener limpias las playas y los espacios públicos de la ciudad. En Helsinki se contabilizan unas 5.400 ocas de esta especie, pero durante la primavera y hasta el otoño se tienen que sumar unos cuantos millares más que emigran desde el ártico para reproducirse y nidificar. El director de las playas públicas de Helsinki, Jukka Lundgren, que ha pasado los últimos 15 años evitando que la playa se convierta en un arenal de excrementos de oca, afirma que "puede haber cantidades chocantes de caca", llegando hasta casi los 20 kilos de excrementos recogidos en un día, según recoge el New York Times. Con el fin de hacer frente a la creciente problemática, los equipos de limpieza estivales también crecen, y cada vez son más variadas las ideas que tienen con el fin de hacer la recogida de forma eficiente.

Los fineses, sin embargo, no son los únicos que se pelean con las defecaciones de las ocas, que pueden contener gérmenes peligrosos como el E. coli y la salmonela. En otros sitios, las autoridades han querido hacer frente al problema centrándose en los pájaros mismos: en el Canadá les han intentado recolocar, en otras ciudades finesas se han contratado perros para asustarles y en otros lugares se ha optado directamente por el sacrificio. Pero la ley finesa prohíbe los sacrificios, así que los miembros de las brigadas de limpieza se las tienen que ingeniar para dejar los puntos de baño y relajación limpios. Su última invención recuerda a un carro, y permite recoger y tamizar la arena para depositar solo los excrementos, pero el trabajo se complica con la arena húmeda o con el césped. Así que la pala, la más rudimentaria, pero efectiva herramienta que tienen a su disposición, se convierte en la aliada más fiel para vaciar las playas de los rastros que dejan las ocas.

Los pájaros se pueden encontrar en todas partes por la ciudad, cruzando por los carriles bici o por los pasos de cebra como si fueran los mismísimos Beatles en la portada de Abbey Road, aprovechan el tiempo en los parques para desparasitarse y andan como si nada entre los edificios y las oficinas de la ciudad. En las playas, los que toman el sol tienen que comprobar de forma fehaciente la arena antes de estirar la toalla, mientras los que juegan a vóley-playa esperan no encontrarse ningún excremento en una caída. Por otra parte, los padres tienen que vigilar constantemente que los hijos no recojan de la arena excrementos en lugar de piedras. Pero el verano es corto y, con resignación, pero también con cierto estoicismo y una dosis de humor, los finlandeses han asumido que entre el sol, la arena, las toallas y las pelotas hay otro acompañante, las ocas y sus excrementos.