El president en el exilio y candidato de Junts, Carles Puigdemont, ha asegurado repetidamente que las próximas elecciones del 12 de mayo tienen que servir para deshacer el persistente empate que existe entre las dos principales fuerzas del independentismo, ERC y Junts per Catalunya. Argumenta que las dos formaciones no han conseguido ventilar en las urnas su particular pulso desde que en el 2015 concurrieron juntas a las elecciones bajo las siglas de Junts pel Sí.

La previa a la creación de JxSí fueron dos legislaturas presididas por CiU, después de las elecciones de 2010 y 2012, y tras manifestaciones multitudinarias, contra el recorte del Estatut a manos del TC y a favor de la independencia, además de la consulta del 9-N. En las elecciones del 2010, CiU encabezó los comicios con 62 diputados y la presidencia quedó en manos de Artur Mas. Sin embargo, en el 2012, tras el adelanto electoral, Convergència cayó hasta los 50 diputados, mientras que ERC pasó de 10 a 21 escaños. Esta fue la última vez que CDC se presentaba como tal a unas elecciones al Parlament. En 2015, ya sin los socios de Unió, participó dentro de las siglas de Junts pel Sí y tras un programa netamente independentista, con ERC, Demócratas, MES y diferentes candidatos independientes. Aquella coalición sumó 62 escaños y se quedó a seis diputados de la mayoría absoluta. Ante la negativa de la CUP a investir a Artur Mas, Junts presentó a un casi desconocido Carles Puigdemont, hasta entonces alcalde de Girona, para ocupar la presidencia.

Dos elecciones en empate

La fórmula unitaria de JxSí no se volvió a repetir y en las elecciones del 21 de diciembre del 2017 —dos meses después de la activación del 155 por parte del gobierno de Mariano Rajoy— el espacio que había ocupado CDC, transformado ya en PDeCAT, concurrió bajo la marca de Junts per Catalunya. Puigdemont fue el candidato desde el exilio y consiguió 34 escaños, dos más que ERC. Por el contrario, cuatro años más tarde, el 14 de febrero del 2021, Esquerra pasó por delante con 33 diputados, uno más que Junts.

En ambas convocatorias, Puigdemont encabezaba la candidatura de Junts. De hecho, uno de los momentos de mayor tensión de los últimos años entre Junts y ERC se produjo el 30 de enero del 2018, después de que el entonces presidente del Parlament, Roger Torrent, desconvocó el pleno de investidura de Puigdemont solo horas antes de empezar para no desobedecer al Tribunal Constitucional. Aquel 2018 tampoco se pudo investir a Jordi Sànchez, que estaba en prisión; ni a Jordi Turull, detenido al día siguiente de la primera votación, con el pleno de investidura aún en marcha. Finalmente, fue Quim Torra quien asumió la presidencia, convirtiéndose dos años y cuatro meses más tarde en el primer president inhabilitado por desobedecer la orden de la Junta Electoral de retirar una pancarta del balcón de la Generalitat.

Ruptura con ERC

La última legislatura tampoco ha sido fácil para Junts, que en un primer momento optó por apoyar la investidura de Pere Aragonès en mayo de 2021 y entrar en su gobierno, pero un año y medio más tarde decidió abandonar el Ejecutivo, alegando incumplimientos de los socios de Esquerra. El detonante final de la crisis fue la petición de Junts a Aragonès para que se sometiera a una cuestión de confianza y la posterior decisión de este de destituir al vicepresident Jordi Puigneró. Después de consultar a la militancia, Junts abandonó en octubre del 2022 el gobierno de ERC, que desde entonces ha sobrevivido con 33 diputados de los 135 del Parlament.

A lo largo de estos años, la situación interna de Junts per Catalunya ha resultado igualmente agitada. Cuando se creó en 2017 como marca electoral, Puigdemont estaba en el exilio con algunos miembros de su gobierno y otra parte de los líderes independentistas estaban en prisión, y se sustentó mayoritariamente en la estructura del PDeCAT, partido surgido en julio del 2016 de la crisis de Convergència Democràtica. Pero también incluyó al partido Demòcrates y a independientes, muchos de ellos del entorno de Puigdemont. Las tensiones entre los diferentes sectores que se aglutinaban bajo esta marca electoral no tardaron en aparecer, hasta acabar en una batalla por las siglas, la ruptura de los principales dirigentes de la formación con el PDeCAT y la creación de Junts como partido.

Turull-Borràs

Tras la constitución como partido, Puigdemont apostó por mantener su protagonismo político desde el Consell de la República y minimizar su papel dentro de Junts, por lo cual optó por no formar parte de la presidencia de la formación. Eso no hizo más que atizar las diferencias entre las dos grandes familias que se fueron creando en torno al llamado sector pragmático de la formación y el entorno de Laura Borràs. Cuando en junio del 2022 se constituyó la primera ejecutiva de Junts, algunos de los nombres más destacados del laurismo recibieron un castigo, lo cual marcó el clima de desconfianza interna en la nueva ejecutiva desde el minuto cero. El equilibrio interno, sin embargo, se rompió con la condena de inhabilitación que el TSJC impuso a Borràs por un caso de fraccionamiento de contratos, que ha debilitado a la presidenta y a los pesos pesados de su entorno más próximo.

No obstante, el retorno de Puigdemont a la primera línea de Junts ha conseguido aparcar los conflictos internos en una formación que apostará el próximo 12 de mayo por su capital más importante, el retorno del president en el exilio, dado que la convocatoria electoral coincide con la tramitación final de la ley de amnistía. Puigdemont ha asegurado que tiene intención de asistir a la investidura del próximo president, sea o no el candidato.

Pieza clave en Madrid

Todo ello se sitúa, además, en un momento en que Junts, a pesar de perder a un diputado en el Congreso en las últimas elecciones generales, se ha encontrado por una carambola de la aritmética parlamentaria situado como pieza clave para el gobierno del PSOE y de Pedro Sánchez. La formación de Puigdemont ha aprovechado este resorte para condicionar la ley de amnistía, pero también para impulsar una mesa de negociación en Ginebra sobre el procés con presencia de un aparato de mediación. Este es uno de los argumentos de la campaña de Puigdemont, que se presenta como el único candidato capaz de decir no al Estado. También es la base en que sostiene puntos clave de su propuesta electoral, como la exigencia de la cesión del 100% de los tributos como condición imprescindible para apoyar los presupuestos del gobierno de Pedro Sánchez.

Junts plantea, pues, en las próximas elecciones su apuesta máxima, y lo hace en un momento en que ERC, que todavía no puede contar con su secretario general, Oriol Junqueras, como candidato, concurre con un Pere Aragonès que ha sufrido un fuerte desgaste como consecuencia de tres años y medio de gestión marcada por numerosas polémicas.

La aparición de Puigdemont a escena y sus afirmaciones en el sentido que volverá para la investidura del próximo president han disparado las expectativas de Junts, y ha conseguido situar a este partido en el segundo lugar, por delante de ERC en todos los sondeos, excepto el del centro de estudios del Govern de la Generalitat, CEO. Puigdemont aún no ha conseguido, sin embargo, recortar la distancia que le separa del socialista Salvador Illa, que sigue liderando la carrera. Este es ahora el objetivo de la campaña de Junts, que ha señalado al líder socialista como el objetivo a abatir, consciente que no tendrá suficiente con romper el empate infinito para conseguir llegar a la Plaça Sant Jaume.