En el libro póstumo de poemas de Victor Hugo, Toute la lyre, hay un poema llamado “Calomnié”, que termina con la siguiente frase: “Qui m'insulte toujours, ne m'offense jamais”. Leí en algún lugar que el poema fue escrito en el período de crisis posterior a las expectativas que había creado la revolución de julio de 1830 —los tres días conocidos como las Trois Glorieuses—, cuando los franceses consiguieron la abdicación de Carlos X. El regreso de otro monarca, Luis Felipe de Orleans, alejaría el advenimiento de la República hasta 1848, y sería en este intermedio pesimista cuando Hugo lo habría escrito. El poema es, sin embargo, una declaración de intenciones que reduce el poder del calumniador a la nada.
“Quien siempre me insulta, nunca me ofende”, dice Victor Hugo, y reconozco que recordé la cita del escritor francés al leer un tuit de Gabriel Rufián a raíz de la decisión de Junts de romper completamente las relaciones con el PSOE. El mensaje reducía la trascendente decisión política de Junts a una simple pataleta para ser escuchados. “¿Casito?”, se preguntaba con la gracia que lo ha convertido en el juguete preferido de las izquierdas españolas. Era el último desprecio del diputado de ERC, que se añadía a una larguísima lista de declaraciones despectivas que siempre tienen al partido de Puigdemont en la diana, a menudo con un nivel de desprecio que solo puede surgir de alguien que no considera a Junts como un adversario, sino como un enemigo político. A diferencia de las constantes lamidas amorosas que prodiga a socialistas y podemitas, con un nivel de ardor que conmueve, Rufián se pone el primero de la fila a la hora de minimizar, desdeñar o directamente insultar las decisiones de Junts. El listado es tan largo como elocuente: las 155 monedas de plata que espetó contra Puigdemont, en el peor momento del 2017; la validación sin escrúpulos de las mentiras de la caverna contra Puigdemont y su entorno sobre un delirante complot con los rusos; la ida a casa de Évole a despreciar el catalanismo político asegurando que se repartían “carnés de pureza”, etc. Es el primero en señalar, el primero en menospreciar y el primero en recordar a la claque de izquierdas que Junts es el enemigo.
La última es la del "¿casito?". No deja de ser irónico que sea un diputado de ERC quien se burle del poco caso que ha hecho el PSOE a las peticiones de Junts, cuando su partido ha entregado gratis totalmente el Govern catalán a Salvador Illa, el president más españolista que hemos tenido en la Generalitat, y cuando ellos mismos mantienen a Sánchez a pesar de la vacuidad de su acuerdo. Quizás debería ser un poco más prudente a la hora de reírse de los demás, el hombre que valida los suflés políticos socialistas, inflados por la retórica, pero sin ningún contenido. En todo caso, esta delirante necesidad de salvar a las izquierdas españolas contra todo mal, por encima de las miserias que consigue Catalunya, merecerá algún día una buena butaca.
Más allá del obsesivo desprecio rufianesco hacia Junts, la decisión de romper con el PSOE era la única opción coherente que podía tomar la formación de Puigdemont, después de la estafa monumental que ha significado el acuerdo con Sánchez. Primero, porque el acuerdo de Bruselas se basaba precisamente en constatar que los acuerdos se cumplían, y uno tras otro se han incumplido. Llega a ser indecente, por ejemplo, el uso que hizo la Moncloa de Alemania con el tema del catalán, justo el día antes de la decisión de Junts, o la decisión de desbloquear la ley sobre la multirreincidencia que había acordado con Junts, después de meses de tenerlo en el cajón. Puigdemont dijo siempre que no hacía una alianza ideológica, sino un acuerdo revisable punto por punto, y visto el fracaso de los resultados, nada justificaba mantenerse en el pacto. Es evidente que la legislatura no se sostiene con el ánimo plurinacional que venden los Iván Redondo de turno, sino por la simple ansia de poder de un Sánchez que nunca tiene suficiente. Un poder de los socialistas y para los socialistas, con algunas migajas para las muletas que los sostienen.
El PSOE es tan lesivo para los intereses catalanes como el PP, y la prueba es cómo han iniciado la desnacionalización de Catalunya desde el Palau de la Generalitat
Hay que romper con el PSOE, además, para deshacer la mentira. Por mucho que los Rufián y los Urtasun y toda la corte progre-española hagan creer que es o Sánchez o el abismo, el hecho es que el PSOE es tan lesivo para los intereses catalanes como el PP, y la prueba es cómo hurtaron la alcaldía de Barcelona a Xavier Trias (aliándose con el PP), o cómo han iniciado la desnacionalización de Catalunya desde el Palau de la Generalitat. Cualquier partido que defienda los intereses de Catalunya debe entender que puede hacer pactos puntuales con unos u otros, pero que todos tienen la misma voluntad de destruirnos como nación. Así lo entendió la vieja Convergència, o el PNB o el Scottish National Party, o cualquier partido que tenga la nación como eje central de su lucha: no hay amigos, hay alianzas estratégicas en función de cada momento. Junts lo ha entendido, y por eso ha deshecho la mentira del “amigo socialista” que nos da coba y nos vacía la cartera. Lo que no puede ser es que un partido independentista se convierta en la coartada de una estafa nacional.
