Volkswagen ha confirmado la retirada del ID.5, su SUV eléctrico de estilo coupé, a partir de 2027. Esta decisión supone el cese definitivo de la producción de un modelo que, desde su lanzamiento, no ha logrado consolidarse en un mercado cada vez más competitivo. Pese a compartir tecnología y base con el ID.4, el ID.5 no ha alcanzado los objetivos comerciales previstos, lo que ha llevado a la marca a prescindir de él sin plantear un sucesor directo.
El ID.5 nació como una variante más estilizada del ID.4, con una silueta coupé orientada a un público que buscaba una estética diferenciada dentro del segmento eléctrico. Sin embargo, su posicionamiento no ha calado con fuerza en el mercado europeo, donde los clientes han mostrado una mayor afinidad por formatos más prácticos y versátiles. A esto se suma una oferta de motorizaciones y precios que no logró destacar frente a sus rivales directos, limitando así su volumen de ventas.
En este contexto, Volkswagen ha optado por centrar sus recursos en modelos que presentan un mayor retorno comercial, reorganizando su estrategia eléctrica. El fin del ID.5 se enmarca en una simplificación general de la gama ID., priorizando aquellos productos con mayor proyección y reduciendo la complejidad industrial. No es ningún secreto que la marca busca mejorar su rentabilidad en el mercado eléctrico, y esto pasa por reducir duplicidades y reestructurar su catálogo en función de la demanda real.
La retirada del ID.5 también responde a un cambio de enfoque más profundo en la nomenclatura y la identidad de producto. Volkswagen ha iniciado un proceso de transición que supone el abandono progresivo del esquema “ID.”, recuperando denominaciones históricas como Golf o Tiguan también para sus futuros modelos eléctricos. Con esta estrategia, la firma pretende reforzar el reconocimiento de marca y reestablecer vínculos emocionales con su clientela, utilizando nombres que han marcado generaciones dentro de su gama térmica.
Un ajuste de rumbo en la estrategia eléctrica
La salida del ID.5 no implica una renuncia a los SUV eléctricos, sino una redefinición de prioridades. Volkswagen mantendrá el ID.4 como pilar central en ese segmento, mientras refuerza el desarrollo de futuras generaciones con plataformas más eficientes y una oferta más adaptada a las necesidades del cliente actual. Lo destacable en este caso es que la compañía ha reconocido abiertamente que el modelo no ha funcionado como esperaba, un gesto poco habitual en la industria que evidencia un nuevo pragmatismo en la toma de decisiones.
Por otro lado, el rediseño de la gama se alinea con los nuevos objetivos de rentabilidad y escalabilidad de producto. La futura arquitectura SSP, que reemplazará a la actual MEB, permitirá mayor flexibilidad en el desarrollo de modelos eléctricos, reduciendo costes y tiempos de producción. En este nuevo escenario, no hay espacio para propuestas de bajo rendimiento como el ID.5, que quedará como una referencia breve dentro de la transición eléctrica de la marca.
Con este movimiento, Volkswagen avanza hacia una etapa de consolidación más selectiva, ajustando su oferta a la evolución del mercado y apostando por una identidad de producto más coherente, reconocible y rentable. La electrificación sigue siendo un eje prioritario, pero con una visión más centrada en el equilibrio entre innovación, eficiencia industrial y aceptación del cliente.