Cuando Donald Trump llevó a cabo su última visita de Estado al Reino Unido, el país que se encontró distaba bastante del actual. En aquel momento, el presidente norteamericano dio apoyo a un Boris Johnson en auge, tomó té con la reina Isabel II y tildó a Sadiq Khan, entonces alcalde de Londres, de "perdedor absoluto". La segunda visita de Estado del republicano, que empezará este miércoles, llega en un momento mucho más delicado para el país británico, e, igual que hace seis años, no estará exenta de controversia. El reciente despido de Peter Mandelson, el embajador británico en Washington, se suma a una creciente crisis interna en la administración de Keir Starmer, con la dimisión de la número dos, Angela Rayner, como último episodio crítico. Tal como sucedió en 2019, ya hay planificadas varias protestas contra la visita del republicano, quien, para evitar tropezarse consigo con sus detractores, pasará el mínimo tiempo posible en Londres. En su lugar, se resguardará en el Castillo de Windsor, una residencia real convertida ya en fortaleza de máxima seguridad.
Una de las principales preocupaciones de Londres es asegurarse de que Trump se siente satisfecho con una "visita de Estado" que no contará con todos los ingredientes habituales. El presidente norteamericano estará en territorio británico menos de 48 horas, no visitará Downing Street y tampoco llevará a cabo el usual discurso en el Parlamento, ya que la cámara legislativa estará en periodo de vacaciones. Muchas voces coinciden en que se tratará simplemente de un espectáculo lleno de pompa e imagen, destinado a enjabonar al líder para que sea benevolente con el Reino Unido. En este sentido, el gobierno británico ha apostado por brindar a Trump "el honor más completo que permite el protocolo británico", según informa la BBC. Starmer ha pedido al rey Carlos III que despliegue una alfombra roja para la llegada de Trump, que será recibido con himnos de la orquesta militar. Con respecto a Windsor, donde el republicano paseará montado en una lujosa carroza, ya se está instalando una mesa de caoba para 160 invitados. En definitiva, una calculada estrategia destinada a convencer al presidente para que invierta en el Reino Unido, reconsidere su ofensiva arancelaria y, de paso, reanude los movimientos diplomáticos para poner fin al conflicto en Ucrania.
Aranceles, cooperación con Silicon Valley y Ucrania
Más allá de la ostentación real y las exhibiciones militares, Keir Starmer tiene importantes asuntos a tratar este jueves cuando se traslade con Donald Trump a su residencia rural. La política comercial será uno de los temas centrales: Londres espera completar un acuerdo para excluir su acero y aluminio de la lista de productos castigados por los aranceles norteamericanos. Se esperan también avances en materia nuclear civil, así como nuevas inversiones tecnológicas de Washington en el Reino Unido que permitan una mayor cooperación con Silicon Valley en inteligencia artificial y computación cuántica. Poco antes de ser destituido, Mandelson dijo que estas cuestiones "ayudarían a escribir el siguiente capítulo de esta relación especial". La visita también ofrecerá al premier una oportunidad para abordar de nuevo el conflicto en Ucrania, una semana antes de la asamblea general de las Naciones Unidas que se celebrará en Nueva York. Según los analistas, el británico pondrá sobre la mesa la imposición de nuevas sanciones a los países que compran petróleo ruso.
El asunto Mandelson marcará el encuentro
Sin duda, el tema más delicado será el de la reciente destitución de Mandelson como embajador británico en EE.UU. El despido se produjo de manera fulminante después de que se conocieran los vínculos del diplomático con el empresario y pederasta Jeffrey Epstein. La cuestión resultará especialmente difícil de abordar, dado que el mismo Trump se encuentra en medio de una tormenta política y mediática por sus anteriores vínculos con Epstein. En este sentido —según los analistas—, Trump podría preguntar a Starmer por qué castiga Mandelson por su relación con el polémico empresario, condición que el presidente norteamericano también cumple. Este argumento fue utilizado por el mismo diplomático mientras luchaba por salvar su posición, y se espera que la cuestión esté presente en todo momento durante la ceremonia real y política.
Más allá del asunto Mandelson, las diferencias entre la actual administración Trump y el gobierno de Starmer se encuentran presentes en otros campos. La próxima semana se espera que el Reino Unido reconozca formalmente el Estado palestino, en un intento de mantener viva la solución de los dos Estados. Esta es una idea a la cual EE.UU. se opone firmemente, y podría eclipsar la visita de Trump a tierras británicas. "Lucharemos contra las acciones antiisraelíes, incluido el reconocimiento unilateral de un Estado palestino que recompense el terrorismo de Hamás", dejó claro el viernes Marco Rubio, el secretario de Estado norteamericano. Las visitas de Estado de presidentes norteamericanos al Reino Unidos son atípicas. Solo ha habido tres: Bush en el 2003, Obama en el 2011 y Trump en el 2019. El resto han sido visitas oficiales o informales. Con respecto a este cuarto encuentro, la mayoría de los británicos creen que se tendría que haber cancelado, según muestran las encuestas.