La gran cantidad de restaurantes que se abren anualmente en Barcelona —muchos de los cuales con un futuro incierto— convierten la ciudad en un cementerio de restaurantes olvidados de primer orden. Es una realidad que la parroquia gastro está permanentemente al tanto de cuáles son las nuevas aperturas, como es obvio, muchas veces anunciadas a bombo y platillo, para no perderse nada y visitarlas cuanto antes para valorar si merece la pena frecuentarlas o no. Aunque habitualmente, y según la prensa especializada, siempre merecen la pena. Curiosamente, sin embargo, de estos restaurantes que tanto merecen la pena, resulta que la mayoría no supera el año de vida, por lo que podríamos deducir que realmente muchos no valían tanto la pena y, justo por este motivo, se han muerto sin recibir sepultura y sin informar a nadie. Simplemente, han desaparecido del mapa.

Casa Fiero / Foto: Carlos Baglietto
Casa Fiero / Foto: Carlos Baglietto

Llegados a este punto, en la otra cara de la moneda, están esos locales elegidos que trabajan duro, saben lo que hacen y —lo más importante— lo que quieren lograr, algunos de los cuales quizás estén tocados por la mano de Dios —vete a saber—, pero estos son finalmente los que perduran y podemos visitar a lo largo de los años. En esta liga jugaría Casa Fiero, ubicada en la calle Londres con Aribau, justo por debajo de la Diagonal de Barcelona, el nuevo proyecto de los propietarios del consolidado restaurante Maleducat, que abrió sus puertas antes del verano y que ya es todo un referente en el barrio del Eixample. Así, entre nosotros, da gusto ver cómo unos amigos se juntan por casualidades de la vida para compartir inquietudes y son capaces de sacar adelante ideas comunes para ganarse la vida, pero sobre todo para disfrutar de ello y pasárselo bien.

Los amigos Víctor Ródenas, Marc e Ignasi Garcia y Xavier Moragas se han lanzado a la piscina por segunda vez abriendo Casa Fiero, una casa de comidas que, sorprendentemente, llena cada día en una zona donde abundan las propuestas de todo tipo y, por supuesto, tiene mucho mérito

coca
Coca de culatín de ternera, yema y parmesano. Casa Fiero / Foto: Víctor Antich

Una vez sentado muy cómodamente en el centro del comedor de Casa Fiero, con un negroni en la mano y escuchando a Sarah Vaughan, estudio detenidamente la carta, sabiendo de antemano que, elija lo que elija, seguro que acierto. Empiezo con unos aperitivos que me ha sugerido Marc: una croqueta de jamón ibérico de concurso, una ostra con ajoblanco y albahaca y una coca de culata de ternera, yema ahumada y parmesano.

llonguets
Llonguets. Casa Fiero / Foto: Víctor Antich

La cocina no para: los platos salen llenos y entran vacíos a buen ritmo. Pero la sala tampoco se queda atrás. Me choca agradablemente oír a todos los camareros hablando en catalán, y no son pocos. Continúo con un par de pequeños llonguets —ellos los llaman snacks— el primero de steak tartar y el segundo de asado. Piensa que cuando han llegado a la mesa, me lo he pensado antes de darles el primer bocado, con algo de desgana, pero al final me han parecido pequeños, de lo buenos que estaban.

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Parpatana a la brasa. Casa Fiero / Foto: Víctor Antich

Quería probar el pescado a la brasa, porque hoy tenían lubina salvaje, pero todas pasaban del kilo, y me he pedido la parpatana de atún con su pilpil y unos pimientos escalivados y pasados por la sartén; otra vez he acertado de pleno. La parpatana, como sabéis, es una de las partes más valoradas del atún rojo salvaje, situada justo en la parte posterior de la cabeza, allí donde se une con la ventresca. Es una pieza ideal para hacer a la brasa.

mango
Cremoso de mango. Casa Fiero / Foto: Víctor Antich

Termino la comida con un refrescante cremoso de mango con granizado de manzana verde y salgo corriendo, despidiéndome de Víctor y Marc hasta otra, porque seguro que habrá próxima visita.