Es verdad que el año empieza el 1 de enero, pero para toda una generación (yo, la primera), el verdadero inicio de "el año" es el 1 de septiembre, cuando empieza el curso. ¡Son rémoras de la infancia porque cuando acababan las vacaciones y empezábamos la escuela, lo estrenábamos todo! Los cuadernos, los libros, las batas, la profe y los nuevos compañeros de clase. Y la víspera del primer día de escuela todo eran buenos propósitos: este año sí que estudiaré, escucharé y los libros llegarán enteros – sin garabatos – a final de curso. Esta costumbre de los buenos propósitos ha quedado tan arraigada que se hace difícil considerar el primer día de enero como primer día del cambio de tu vida.
No saltarse el gimnasio, mantener el orden en los cajones, sobresalir en el trabajo y, sobre todo, cuidar la alimentación después de unas vacaciones de ruptura de hábitos y desórdenes diversos, son el objetivo de la mayoría. Y ahora, en el contexto de emergencia climática que ha hecho estragos este verano con los incendios por todas partes y las temperaturas extremas, la urgencia nos obliga a añadir un buen propósito más: que esta alimentación saludable sea, también, sostenible.
Por poco que leáis mis artículos, sabréis que este es uno de mis mantras, aparte del activismo contra el sistema alimentario del flagrante e inexcusable despilfarro alimentario

Por sostenibilidad alimentaria entendemos que nuestros hábitos reduzcan el impacto medioambiental negativo. Evidentemente, siempre separar residuos – que cuesta muy poco – y llenar el cesto con productos de proximidad y de temporada. Por poco que leáis mis artículos, sabréis que este es uno de mis mantras, aparte del activismo contra el sistema alimentario del flagrante e inexcusable despilfarro alimentario. Pero la sostenibilidad alimentaria, entendida como mantenimiento de un entorno armónico, también incluye la sostenibilidad social. Y eso no lo digo yo, sino los famosos ODS, los Objetivos de Desarrollo Sostenible, consensuados por los gobiernos miembros de la ONU y que se tenían que hacer efectivos en el 2030, pero que visto el éxito se han visto obligados a retrasar. Los ODS número 8, 11 y 12, que corresponden al crecimiento económico, el trabajo decente, las comunidades sostenibles y el consumo responsable, interpelan a las empresas y los consumidores. Para no decirlo de una manera técnica y explicarlo con ejemplos, relataré la experiencia de este verano. Hemos pasado una buena parte de las vacaciones en una masía del Moianès. Cocinábamos las verduras del huerto, recogíamos los huevos del gallinero, comíamos los embutidos de la matanza y no nos resistíamos a los magníficos quesos de El Canadell. Pero ya no tenemos rebaños y teníamos que comprar la carne. Claro está que podíamos alimentarnos sin carne, pero un día nos apeteció un fricandó y fuimos a Santa Maria d'Oló a comprar lata de ternera. En el pueblo hay pocos comercios de alimentación: Un horno, un supermercado y la carnicería Arcos donde compré, aparte de la lata, unas butifarras de mano de cerdo antológicas y, ya que estábamos, vinos de Pla de Bages y yogures de la granja del lado. Porque la mayor parte de los productos que vende son del entorno.
Escoger comercio local no es solo una opción de calidad, es una apuesta por el presente y el futuro de los oficios, del territorio y de las personas
Rafa Arcos, nacido en Terrassa y casado con una olonenca, tenía un trabajo de responsabilidad en Manresa. Con 50 años decidió cambiar el rumbo de su vida como un calcetín y apostó por el traspaso de una carnicería en un pueblo de no más de 1.000 habitantes. De eso ya hace 15 años y ahora, a las puertas de la jubilación, hace balance, que sale positivo porque lo apasiona el trabajo de tocinaire (porque, aparte de la venta, también tiene obrador) y el negocio va bastante bien pero Rafa, que siempre es optimista, me dice con cierta tristeza que son oficios que se acaban y tiendas que tienen los días contados. No pueden competir con las grandes superficies ni por precios ni por servicio. Sin embargo, tal como me decían del gremio de carniceros cuándo publiqué en Instagram la visita a Carnisseria Arcos: detrás de cada tienda de pueblo, de cada comercio de barrio y de cada pequeño obrador hay las personas que pagan impuestos aquí, generan empleo en el territorio, dan luz y vida a las calles y ofrecen un servicio personalizado que va mucho más allá del comercial. Escoger comercio local no es solo una opción de calidad, es una apuesta por el presente y el futuro de los oficios, del territorio y de las personas. El futuro depende de cada uno de nosotros, con cada acto de compra. Este curso, incluye en tus propósitos: comprar los alimentos en los comercios de barrio. Pongámoslo en valor.