En la posguerra española, cuando la escasez obligaba a sacar el máximo partido de los ingredientes más humildes, nacieron recetas ingeniosas que hoy nos resultan sorprendentes. Una de ellas es la sopa de mayonesa, una preparación sencilla pero cargada de historia que la cocinera Maria Nicolau ha rescatado en una entrevista reciente en el programa Hora 25 de la Cadena SER. En el vídeo compartido en Instagram, Nicolau explica que se trata de un plato que, pese a su nombre curioso, es en realidad una crema de pescado ligera y aterciopelada, servida con mayonesa como acompañamiento. Un recuerdo vivo de la austeridad de aquellos tiempos, pero también una prueba de cómo la cocina sabe transformarse incluso en los momentos más difíciles.
Una receta de postguerra que es una delicia para comer
La receta, tal como la describe Nicolau, empieza con una olla con poca agua, a la que se añade una patata pelada cortada en trozos pequeños. La clave está en limitar la cantidad de líquido, pues eso permite concentrar más el sabor. A continuación se hierve la merluza, pero aquí está la diferencia con las preparaciones antiguas: en vez de dejarla al fuego durante una hora, algo que resecaba el pescado, Nicolau aconseja cocerla apenas diez minutos, para preservar su textura y jugosidad. Con ese simple ajuste, la receta gana en frescura y equilibrio.

Cuando la patata ya está tierna, se puede añadir miga de pan si el caldo ha quedado demasiado ligero, de modo que el resultado final tenga más cuerpo. Después llega el momento de incorporar la merluza ya limpia de espinas, que se cuece apenas un par de minutos para terminar de hacerse sin perder su sabor. El último paso es pasar todo por el turmix, obteniendo así una crema de merluza fina, suave y aterciopelada, muy parecida a una velouté francesa, pero nacida de la necesidad y el ingenio popular.
Se puede añadir miga de pan si el caldo ha quedado demasiado ligero
El elemento que da nombre al plato aparece al final: la mayonesa. No se mezcla directamente en la sopa, sino que se coloca en un cuenco en el centro de la mesa, de manera que cada comensal se sirve una cucharada en su plato antes de empezar a disfrutarla. Esta costumbre no solo añade cremosidad y un sabor extra, sino que convierte la experiencia en algo compartido, casi ritual, que recuerda a esas mesas familiares en las que todo se ponía en común.
La sopa de mayonesa es un ejemplo de cómo la cocina de la posguerra, a pesar de la dureza de la época, supo crear platos nutritivos, ingeniosos y con un encanto que hoy se redescubre con sorpresa. Maria Nicolau lo explica con entusiasmo: detrás de cada receta hay una historia de supervivencia, de creatividad y de sabor. Y quizá esa sea la razón por la que este humilde plato no solo alimentaba cuerpos, sino también la memoria colectiva de un tiempo que nos enseña a valorar más lo que tenemos.