En el universo de la alta gastronomía, donde los restaurantes con estrellas Michelin suelen ser sinónimo de excelencia y perfección, hay un caso que rompe todos los esquemas. Se trata de Mugaritz, el célebre restaurante vasco con dos estrellas Michelin, dirigido por el reconocido chef Andoni Luis Aduriz. Aunque figura entre los templos culinarios más admirados del mundo, su reputación en las plataformas digitales no refleja el mismo brillo. Según destaca la cuenta de Instagram @lalatagastronomica, este icónico restaurante ostenta una puntuación de 3,8 en Google y un 3,4 en Tripadvisor, unas cifras sorprendentemente bajas para un establecimiento de su nivel. En su vídeo, la creadora lee varios comentarios de clientes que lo han visitado recientemente y lanza un reto a sus seguidores: adivinar de qué restaurante se trata antes de revelar el nombre. La sorpresa es mayúscula cuando el resultado apunta a Mugaritz, uno de los espacios más experimentales de la cocina contemporánea.

El restaurante de dos estrellas Michelín peor valorado

Y es que, según muchos de los testimonios compartidos, Mugaritz no es para todos los paladares. Su propuesta va mucho más allá de la comida: es una experiencia sensorial, una invitación a cuestionar lo que entendemos por “comer”. Algunos comensales se maravillan con su audacia, mientras que otros confiesan haberse sentido completamente desconcertados. Platos que desafían la lógica, como elaboraciones comestibles que parecen piedras o bocados que juegan con las texturas hasta rozar lo incomprensible, son parte del sello de Aduriz. Para algunos, eso es pura genialidad; para otros, un exceso de pretensión. De ahí que las reseñas se muevan entre el asombro y la decepción, con frases que van desde “una experiencia inolvidable” hasta “no volvería jamás”.

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Entrada del famoso restaurante vasco / Foto: Unsplash

 

 

Lo que para unos es pura genialidad, para otros no es más que un exceso de pretensión

La paradoja de Mugaritz está precisamente ahí: su grandeza radica en dividir opiniones. No busca gustar a todo el mundo, sino provocar una reacción, buena o mala. Su cocina se centra en romper las normas, en transformar lo cotidiano en algo casi filosófico. Por eso, aunque las valoraciones online no sean espectaculares, el restaurante sigue ocupando un lugar de prestigio entre los grandes de la gastronomía mundial. Quizás quienes lo critican esperaban una comida tradicional, sin saber que Mugaritz no pretende alimentar solo el estómago, sino también la mente. En un mundo donde cada vez más se busca lo predecible, este restaurante se mantiene fiel a su esencia: incomodar para hacer pensar, sorprender para emocionar. Puede que no sea el lugar ideal para todos, pero precisamente por eso, Mugaritz sigue siendo uno de los restaurantes más comentados, discutidos y fascinantes del planeta gastronómico.