El prestigioso pastelero catalán Martí Tomàs ha encendido el debate gastronómico en su cuenta de Instagram @martitomas.pastry con un vídeo que ha sorprendido a miles de usuarios: “Lo siento, pero eso que estás comprando no es mantequilla”. Con su tono cercano y didáctico, Tomàs explica que lo que muchas veces encontramos en los supermercados no es mantequilla real, sino una mezcla que poco tiene que ver con el producto auténtico. Y es que, en un momento en que los ingredientes parecen cada vez más complicados de entender, su mensaje nos recuerda algo esencial: leer las etiquetas es la única forma de saber qué estamos comiendo realmente.

¿Eso que estás comprando es mantequilla?

El pastelero, conocido por su defensa de la pastelería artesanal y el respeto por los productos de calidad, lo tiene claro: “una mantequilla nunca debería contener aceites vegetales”. Esa es la primera gran pista que nos da. Si en la etiqueta aparecen términos como “aceite de palma”, “aceite de colza” o “grasas vegetales”, lo que tenemos delante no es mantequilla, sino un mix industrial con un sabor y una textura muy diferentes al producto auténtico. La verdadera mantequilla, insiste Tomàs, debe tener solo uno o dos ingredientes: crema de leche pasteurizada y, en algunos casos, sal. Nada más.

La verdadera mantequilla debe tener solo uno o dos ingredientes

El segundo aspecto que debemos comprobar es el porcentaje de grasa, un detalle que suele pasar desapercibido, pero que marca la calidad. Según explica el pastelero, una mantequilla de verdad debe tener entre un 80 y un 84% de grasa. Si el porcentaje es menor, ya no puede considerarse mantequilla, y su comportamiento en la cocina será distinto: no fundirá igual, no dará el mismo sabor ni aportará la textura necesaria en una masa o en una crema. De un 80 a un 81% hablaríamos de un producto correcto, pero básico, mientras que del 82 al 84% entramos en el territorio de las mantequillas buenas, las que realmente transforman una receta.

Mantequilla de calidad / Foto: Unsplash
Mantequilla de calidad / Foto: Unsplash

Martí Tomàs recalca que no se trata de esnobismo, sino de educar el paladar y valorar los ingredientes auténticos. En un croissant, por ejemplo, la diferencia entre una grasa vegetal y una mantequilla de calidad es abismal: el aroma, el hojaldrado, el sabor final… todo cambia. Por eso, para él, la mantequilla es uno de esos ingredientes que merecen respeto, y conocer sus secretos es esencial para cualquier amante de la repostería o de la buena cocina.

El mensaje de Martí Tomàs va más allá de una simple lección sobre lácteos: es una llamada de atención sobre cómo consumimos y en qué confiamos cuando compramos comida. En un momento en que todo parece valer si el envase es bonito, el pastelero reivindica el poder de la información y el gusto por lo auténtico.