En muchos hogares, las latas de conservas son sinónimo de solución rápida: ideales para cuando no hay tiempo para cocinar, o incluso frente a emergencias como el apagón del pasado lunes 28 de abril. Su durabilidad las convierte en productos imprescindibles en cualquier despensa. Sin embargo, cuando caducan, la mayoría de nosotros las tira sin pensarlo. Pero lo que para muchos sería simplemente basura, para la ciencia puede ser una auténtica mina de oro. Así lo ha demostrado un sorprendente estudio de la Universidad de Washington, en el que abrieron latas de salmón caducadas desde 1979 y lo que encontraron dejó a los investigadores completamente fascinados.

Abren latas caducadas y lo que encuentran es totalmente inesperado

El análisis, publicado en la revista Ecology and Evolution, examinó un total de 178 latas de salmón, selladas entre 1979 y 2021. Su objetivo no era comprobar si el pescado seguía comestible, sino entender mejor el entorno ecológico en el que vivieron estos peces. Para sorpresa del equipo, algunas de las latas más antiguas conservaban en su interior unos parásitos marinos llamados anisakis, perfectamente visibles y en un estado asombrosamente bien conservado. Lo más curioso es que lejos de ser una mala señal, su presencia fue celebrada como un hallazgo muy positivo.

El salmón se había conservado durante más de 40 años / Foto: Unsplash

Según los investigadores, los anisakis son considerados bioindicadores clave de la salud marina. Estos gusanos siguen un complejo ciclo vital: primero infectan al krill, luego pasan al salmón al ser ingeridos y finalmente completan su desarrollo en mamíferos marinos como focas o ballenas. Si estos huéspedes finales no están presentes, los anisakis desaparecen. Así que su presencia en los salmones de hace más de 40 años demuestra que entonces los ecosistemas marinos estaban en buena forma.

Gracias al análisis de esta lata se descubrió mucho sobre el entorno marino

Chelsea Wood, una de las autoras del estudio, explicó que encontrar estos parásitos en latas tan antiguas es una prueba clara de que los peces procedían de un entorno ecológicamente equilibrado. Es más, su análisis a lo largo de las décadas reveló un patrón interesante: el número de anisákidos había aumentado en especies como el salmón rosado y el chum, lo cual indica que durante ese tiempo los ecosistemas que habitan se han mantenido estables, permitiendo que el ciclo de vida del parásito siga su curso.

El ciclo de vida del parásito se había mantenido estable / Foto: Unsplash

Este estudio no solo demuestra que las conservas pueden contar historias sorprendentes, sino que además pone en valor el papel que tienen en la investigación científica. Quién iba a decir que una lata olvidada de salmón podía guardar tanta información sobre el estado de nuestros mares.