Tal día como hoy del año 1285, hace 740 años, en Perpinyà (condado catalán del Rosselló), moría el rey Felipe III de Francia, llamado el Atrevido. El rey francés murió delante de la ciudad de Perpinyà, en el campamento del ejército francés —emplazado sobre el actual barrio del Clos Banet—, que había intentado infructuosamente el asalto a las murallas. La muerte del rey francés se produjo en un contexto caótico, en medio de una retirada desastrosa, causada por las epidemias y por la falta de avituallamiento. El cuerpo del difunto fue descuartizado por sus propios soldados y enterrado en varios lugares. Según las fuentes, una parte del cadáver fue enterrada en el lugar donde había muerto.

Aquel conflicto (el intento francés de conquista de Catalunya) estaba enmarcado dentro de la guerra que mantenían las cancillerías de París y de Barcelona por el control de la mitad occidental del Mediterráneo. Pocos años antes (1266), las fuerzas francopontificias habían usurpado y asesinado al rey Manfredo I de Sicilia. Y unos años después se había producido la respuesta catalana. Los reyes Pedro II y Constanza (hija y heredera de Manfredo) habían conquistado Sicilia y habían expulsado al rey impuesto Carlos de Anjou —hermano pequeño del rey Luis IX de Francia y tío del rey Felipe III de Francia. La intervención catalana en la restauración de la legitimidad al trono de Palermo (1285) había enervado al rey francés.

Felipe III había nacido en 1245, por lo tanto, en el momento de su muerte tenía 40 años. Era el cuarto hijo de Luis IX, pero sería el primero que le sobreviviría. E inmediatamente después de su muerte, fue relevado por Felipe IV, llamado el Hermoso, que sería el que perseguiría, proscribiría, saquearía y asesinaría a los caballeros templarios bajo falsas acusaciones. Felipe IV no quiso continuar la guerra y los Anjou —parientes del rey— se vieron obligados a renunciar al dominio de la isla de Sicilia. Poco después, el pontífice Bonifacio VI (1295) propuso a los catalanes canjear Sicilia por Cerdeña. Los catalanes ocuparon Cerdeña, pero nunca entregaron Sicilia a los Anjou.