Tal día como hoy del año 1692, hace 333 años, en Parma (entonces capital del ducado independiente de Parma), nacía Isabel Farnesio, nieta de Ranuccio II Farnesio, duque independiente de Parma e hija de Eduardo Farnesio —heredero al trono ducal, que nunca ocupó porque no sobrevivió a su padre—. Isabel, desde el mismo momento de su nacimiento y por su condición, estaba predestinada a un matrimonio negociado que reforzara la independencia del pequeño ducado parmesano. Posteriormente, la prematura muerte de sus hermanos Francisco (1727) y Antonio (1731) la convertiría en la heredera al trono ducal parmesano.
Sin embargo, a finales de 1714, nadie contaba con que los dos hijos varones de Ranuccio morirían prematuramente y sin descendencia, e Isabel fue casada con el rey Felipe V de España, que acababa de enviudar —su primera esposa, Gabriela de Saboya, había muerto poco antes (febrero, 1714)—. Y, desde un primer momento, se convirtió en la verdadera gobernante de aquella nueva España, de fábrica borbónica y castellana. Felipe, afectado por una grave enfermedad mental, pasaba largas temporadas totalmente incapacitado, e Isabel se rodeó de políticos originarios de la península Itálica (el más famoso sería Alberoni) y tomó las riendas del poder.
Por este motivo, se ganó muchos enemigos en la corte, que enseguida le impuso el mote de “la parmesana”. Las fuentes cortesanas de la época la describen como una mujer de baja estatura, fea, gorda, glotona, con un nivel intelectual bajo y de carácter irascible. Sin embargo, durante los primeros años de matrimonio (1714-1719), fue la auténtica gobernante del reino, hasta el punto de que abrió una guerra contra los Borbones de Versalles que se saldó con la derrota de los españoles. Desde entonces, se vio obligada a ceder parte del poder a las oligarquías cortesanas, que le impusieron la abdicación de Felipe V y la coronación de Luis I, hijo de la primera esposa del Borbón (1724).
