Las impactantes imágenes del incendio que quema en el Baix Ebre desde el pasado lunes y que ha arrasado más de 3.000 hectáreas, ha obligado a confinar varios municipios y desalojar masías en peligro para evitar males mayores, son una advertencia de que no es uno más de los que se producirán, seguramente, este verano. A la vez, el fuego ha visibilizado un malestar latente en la sociedad, fácilmente detectable cuando uno participa en conversaciones en muchos pueblos de Catalunya, y un mal crónico en las comarcas del sur del país, que se sienten abandonadas. Un sentimiento probablemente difícil de captar desde Barcelona o desde alguna de las grandes poblaciones catalanas, que tienen también sus problemas, pero a las que las administraciones suelen prestar más atención. Los que somos de la otra punta del país, de algunos de los rincones del Pirineo, bien sea el Alt Urgell o los dos Pallars, sabemos perfectamente qué quiere decir la desatención y las bromas que se suelen hacer cada vez que se repite que, por ejemplo, hay una ley electoral que beneficia las zonas menos pobladas de Catalunya.

Es probable que en las próximas horas el incendio quede controlado, ya que las condiciones climatológicas han mejorado, con menos viento y un descenso de las temperaturas. Los últimos recuentos hablan de más de 3.100 hectáreas quemadas, un tercio de ellas dentro de los límites del Parc Natural dels Ports. En la zona del incendio trabajan decenas de dotaciones de los Bombers de la Generalitat, así como efectivos de la UME y las BRIF, solicitadas por el Govern. También ha requerido la situación el confinamiento de Paüls, Alfara de Carles, Aldover, Xerta, y algunos núcleos de población en el municipio de Tortosa, que suman unas 18.000 personas. Para situar las cifras en un contexto más entendible: el 2024 se saldó con 47.711 hectáreas quemadas en España hasta el 31 de diciembre. Otro dato: nunca en 15 años en Catalunya se habían quemado tantas hectáreas a estas alturas del año. Según los datos de Agents Rurals, el verano de 2025 ya es el que acumula más hectáreas quemadas hasta la primera semana de julio desde, como mínimo, el año 2010. Con las 3.173,3 hectáreas afectadas por fuegos en Paüls hasta este martes por la tarde, desde el primero de junio ya se han calcinado 9.422,9 hectáreas, una cifra que supera las 6.576 de 2019, el año con más afectación hasta la fecha.

Nunca en 15 años en Catalunya se habían quemado tantas hectáreas a estas alturas del mes de julio

Este es el frío balance que, siendo importante como se ve, queda desbordado por el malestar por un aislamiento perenne que gobiernos y administraciones no consiguen enderezar. Un país complejo como Catalunya necesita muchas cosas. Una mirada hacia la capital y sus necesidades. ¿El aeropuerto y la tercera pista? Hablémoslo. Siempre he creído que sí, antes de que colapse El Prat. Pero esos debates se producen con normalidad en el Parlament y en los medios de comunicación. Es normal que sea así, pero lo que no es ni lógico, ni natural, es que se secuestren discusiones sobre el país que queremos. Queremos más payeses, pero no estamos dispuestos a pagar lo que vale el producto del kilómetro cero. Queremos que haya ganadería, pero recortamos las ayudas a los que se quieren dedicar. Queremos pueblos habitados y que no se generen pueblos fantasma, pero se reducen los incentivos para que los jóvenes se puedan quedar y dispongan de condiciones básicas, como el acceso a la escolaridad de sus hijos o un médico que atienda a sus familias en un perímetro razonable. Decimos que queremos una Catalunya diversa, pero cada vez el reparto de los recursos públicos es más desigual.

¿El hecho de que más de la mitad de la superficie quemada sean campos abandonados y antiguas zonas cultivadas no hace reflexionar a nadie? Cuando los payeses dicen que no pueden continuar y reclaman ayudas, son vistos con una cierta displicencia y se olvida que son la avanzadilla de lo que viene después. Ellos se van, tiran la toalla porque no pueden más y la zona boscosa del país cada vez es mayor. Aumenta el riesgo de incendios y el cambio climático con el aumento de las temperaturas y la reducción de lluvias, acaban siendo una bomba de relojería. Los bosques están abandonados, casi no se puede transitar este verano por muchos de los caminos rurales, donde la vegetación que ha caído se acumula en el suelo con la maleza. Hay que limpiar los bosques, claro que sí. Pero eso, si alguien lo sabe, son los municipios de montaña, que son los que padecerán el fuego y si no es este año será el que viene. ¿Pero con qué dinero? ¿En qué ventanilla lo reclaman? Catalunya vive con presupuestos prorrogados de 2023, ya que decayeron los de 2024 que presentó el govern Aragonès y el president Illa aún no ha llevado ningunos al Parlament. ¿Pero qué departamento tenía un aumento por debajo de la media? La que entonces era, nominalmente hablando, la Conselleria d'Acció Climàtica, Alimentació i Agenda Rural. El nombre no hace a la cosa, pero sí define prioridades y recursos económicos.