Aunque cuesta saber si estamos al final de la guerra en la Franja de Gaza y, en consecuencia, hay que ser enormemente cautos, es evidente que el acuerdo de paz entre Israel y Gaza y el inicio del alto el fuego, en las próximas horas, es una muy buena noticia. Parece que el lenguaje amenazador de Donald Trump hacia los dos bandos, más hacia Hamás que hacia Netanyahu, ha tenido resultado y, por tanto, no hay que ser cicateros a la hora de darle el mérito y el reconocimiento que se merece. Ha funcionado más el palo que la zanahoria, y ahora, una vez que entre en vigor la implementación del acuerdo, se procederá a la suspensión total de las hostilidades de manera bilateral, con mediadores de Estados Unidos, Qatar, Egipto y Turquía. Después, se llevará a cabo la liberación de los rehenes israelíes en Gaza y a un intercambio de aproximadamente unos 2.000 prisioneros palestinos en Israel, en un plazo fijado de 72 horas tras la aprobación formal pública del acuerdo por las partes.

El siguiente paso será la retirada de las fuerzas israelíes hasta una línea acordada como señal de desescalada, y se abrirán corredores humanitarios supervisados por mediadores internacionales para la entrada de ayuda en Gaza. Si todo esto sale bien, tendremos la primera señal de que igual sí que el futuro en Oriente Medio puede cambiar y la paz puede abrirse paso, aunque sea con muchas, muchas, dificultades. Como sucede siempre en este tipo de conflictos y con una propuesta de paz tan extensa de 20 puntos, que veremos cómo se aplica, hay ganancias y pérdidas por ambas partes. Muchas necesitarán tiempo para poder confirmarse como definitivas, pero hay algunas que son evidentes. Para Israel, entre las ganancias está demostrar que está en condiciones de crear un desequilibrio militar en la región, como ha demostrado al soportar varios conflictos al mismo tiempo en el Líbano contra Hezbolá, en Yemen con los hutíes y de tensionar sus ataques con Irán. En todos ellos eliminó enemigos importantes con una acreditada participación en ataques contra Israel. También es una ganancia clara el acuerdo para poner fin al dominio de Hamás en la Franja de Gaza y la asunción por parte de un órgano tecnocrático independiente del control del gobierno en la zona.

Igual sí que el futuro en Oriente Medio puede cambiar y la paz puede abrirse paso aunque sea con muchas, muchas, dificultades

Por el camino, el estado hebreo se ha dejado dosis importantes de simpatía en una parte de la opinión pública mundial, también en Estados Unidos, donde nunca había sucedido. Eso por no hablar de las acusaciones a su gobierno de cometer un genocidio contra la población palestina, tras el asesinato de más de 60.000 gazatíes y el estado de hambruna en la zona, con la muerte continuada de niños. Sobre el primer ministro Netanyahu pesa una orden de detención de la Corte Penal Internacional. Hamás ha demostrado resiliencia y una capacidad operativa nada menor, pero, en cambio, ha podido constatar cómo iba perdiendo aliados de la zona y no ha tenido más remedio que aceptar el plan de Trump. Por el camino ha perdido a múltiples dirigentes importantes, así como fundadores del movimiento y estructura militar. El 90% de su infraestructura de la Franja ha quedado destruida y la prometida reconstrucción llevará mucho tiempo. Nada será igual para la organización terrorista si la paz se consolida.

Por razones obvias, la satisfacción por el acuerdo es global entre los optimistas, los pesimistas y los escépticos. Nadie quiere quedar fuera de algo que hace unas pocas semanas parecía imposible, lo haya liderado alguien tan polémico como el presidente de Estados Unidos. Incluso los más ácidos con Trump, que no son pocos, aplauden el éxito, aunque el acuerdo esté en las antípodas de lo que ellos han venido defendiendo. Aquí, Europa está en una posición enormemente difícil. Su papel ha sido inexistente, nadie ha contado con ella y ha demostrado que su intermediación es perfectamente prescindible. Bruselas baja un peldaño más. España también ha estado en fuera de juego y solo hace falta ver que mientras el gobierno ponía todos los focos en la flotilla y se multiplicaba en declaraciones, se estaba cocinando uno de los acuerdos más importantes de las últimas décadas. Aunque todos sabíamos que el horroroso conflicto de Gaza ha sido para la política española un conflicto en clave de política interior.