Una muerte cada minuto: es uno de los datos estremecedores del último informe The Lancet Countdown, que se ha publicado este miércoles en la antesala de la Cumbre del Clima de la ONU que se celebrará en la ciudad brasileña de Belém (COP30) y que alerta de que el impacto de la crisis climática en la salud ha alcanzado niveles récord. El estudio ha sido dirigido por el University College de Londres y elaborado en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS), con el trabajo de 128 expertos de 71 instituciones académicas y agencias de las Naciones Unidas.

El objetivo del informe es evaluar las conexiones entre la crisis climática y la salud, incluyendo nuevas métricas sobre muertes por calor extremo y humo de incendios forestales, cobertura de espacios azules urbanos (ríos, lagos y costas) o la financiación para la adaptación sanitaria. Así, la novena edición del estudio pone de manifiesto que la dependencia excesiva de los combustibles fósiles y la incapacidad para adaptarnos al cambio climático se están pagando con la vida, la salud y los medios de subsistencia de las personas.

Muertes por calor y por el humo de los incendios

Concretamente, según uno de los nuevos indicadores incluidos, la mortalidad relacionada con el calor por cada 100.000 habitantes ha aumentado un 23% desde los años 90, con una media de 546.000 muertes cada año entre 2012 y 2021. Se trata de una cifra que equivale aproximadamente a una muerte por calor cada minuto durante todo el año, según ha destacado en The Guardian uno de los analistas, Ollie Jay, de la Universidad de Sídney (Australia). "Es una cifra realmente alarmante y va en aumento", ha advertido. La tasa se ajusta al crecimiento poblacional que ha habido desde los años 90, cuando el mundo contaba con unos 5.000 millones de habitantes frente a los más de 8.000 millones de la actualidad. Sin ajustar el crecimiento poblacional, el aumento absoluto de muertes por calor es del 63%.

Las condiciones más cálidas y secas también propiciaron incendios forestales, cuya contaminación por partículas pequeñas (PM2,5) provocó el récord de 154.000 muertes en 2024. Para colmo, las sequías y olas de calor incrementaron la cifra de personas que sufren inseguridad alimentaria moderada o grave en 123 millones en 2023, en comparación con la media anual entre 1981 y 2010. Y hay que añadir que la contaminación atmosférica asociada al uso de combustibles fósiles provoca unas 2,5 millones de muertes cada año, mientras que en países donde los hogares no disponen de acceso a energías limpias para cocinar o calentarse mueren 2,3 millones de personas adicionales. Si con esto no fuera suficiente, el potencial medio de transmisión mundial del dengue ha aumentado un 49% desde la década de 1950: solo entre enero y abril del año pasado se contabilizaron 7,6 millones de casos. Y como este, muchos datos más —como que los principales países emisores del mundo destinan más dinero a subvencionar los combustibles fósiles que a sus presupuestos en salud—.

La situación en España

El estudio recoge información por países, y del Estado español dice que los ciudadanos estuvieron expuestos de media a 16,7 días de ola de calor el año pasado, de los cuales un 15,1% (90%) no se habrían producido sin el cambio climático. Entre 2012 y 2012, España registró una media anual de 5.800 muertes relacionadas con el calor, más del doble que entre 1990 y 1999. También se remarca que, entre 2020 y 2024, el 61% del territorio español experimentó al menos un mes de sequía extrema al año, casi seis veces más que la media de 1951 y 1960, y entre 2022 y 2024, la temperatura de la superficie del mar fue 0,83 °C superior a la media de 1981-2010.

Además, entre 2020 y 2024, hubo una media de 55 días cada año con alto riesgo de incendios forestales (un 6% más que entre 2003 y 2012), y las partículas PM2,5 derivadas de los incendios fueron responsables de una media de 1.008 muertes anuales. Así, en 2022 se registraron más de 22.000 muertes atribuibles a la contaminación del aire antropogénica: los combustibles fósiles contribuyeron al 44% de estas muertes, mientras que el 46% provino del uso de gasolina en el transporte, y más de 550 muertes estuvieron relacionadas con la quema de carbón.