Avispas contra moscas. Esta es la iniciativa que el Departament d’Agricultura y el Institut de Recerca i Tecnologia Agroalimentàries (IRTA) han puesto en marcha este lunes en un cultivo de fresas en Sant Pol de Mar para luchar contra una plaga. Este espacio, así como otros cultivos de fruta similares en la comarca, es uno de los espacios que está afectado por la presencia de la 'drosophila suzukii', una mosca de la fruta o drosófila de origen asiático que se detectó por primera vez en Cataluña en el año 2008, desde donde se extendió al resto de Europa, y que se ha convertido en un auténtico quebradero de cabeza para el cultivo de fresas y cerezas, que ahora se levantan en pie de guerra. Para hacer frente a la plaga, se ha optado por liberar ejemplares de 'ganaspis kimorum', una avispa que es parásito del insecto. Se trata de un mecanismo para combatir la plaga biológicamente, ya que en los últimos años se han limitado los productos antiparasitarios que se pueden usar como fitosanitarios, en un año en el que la alta pluviosidad de la primavera ha provocado niveles de humedad que han propiciado la proliferación de esta especie de mosca de la fruta.
La acción se lleva a cabo con el visto bueno del gobierno español en una finca de Sant Pol de Mar, donde se ha iniciado la liberación de individuos de 'ganaspis kimorum' para combatir biológicamente la mosca de la fruta de las alas manchadas, la 'drosophila suzukii', originaria de Asia y que es una de las plagas más devastadoras de la fruticultura europea. Detectada por primera vez en Europa en 2008, ha provocado grandes pérdidas de cerezas, fresas, frambuesas, arándanos y otras frutas rojas desde el año 2010, cuando empieza a afectar a los cultivos. "Muchos cultivos de moras y otros productos similares del entorno han dejado de cultivarse por culpa del insecto", explica Jaume Cudinyach, agricultor del campo donde se ha hecho la liberación. Desde hace años cultiva fresas, y las larvas de esta mosca de la fruta siempre han estado presentes: "Los indicadores son cuando la fresa tiene un color más granate y que la tocas y tiene una parte blanda, eso indica que la larva ya ha comenzado a comer la fresa por dentro", añade. No es nociva para la ingesta humana, así que no supone una complicación para la salud de las personas, pero sí deteriora la imagen de un producto, que deja de ser atractivo visualmente para el consumo y dificulta su comercialización y, por tanto, afecta la economía de estas explotaciones.
Un modelo más respetuoso
"Los insectos que hemos liberado deben permitir combatir la plaga de manera controlada", ha explicado Anna Lekumberri, jefa de Sanitat Vegetal del Departament d'Agricultura. La manera de combatirla es a través de un proceso que se enmarca en el Pacto Verde Europeo y de la estrategia de la granja a la mesa, que entre otros aspectos busca un sistema alimentario respetuoso con el medio ambiente, con menos productos fitosanitarios utilizados. "Vamos hacia un modelo más respetuoso, con la utilización de especies de insectos que nos deben permitir combatir la plaga", ha añadido Jordi Riudavets, jefe del programa de protección vegetal sostenible del IRTA. En este sentido, destaca que la especie introducida no comporta ninguna afectación al entorno, más allá de la que pueda implicar la plaga a combatir.
La mosca hace la fruta inviable comercialmente
Este año, sobre todo debido a las lluvias y las altas humedades, ha habido una mayor incidencia de esta plaga en los cultivos respecto a otros años. Este año ha habido un 43% de afectación en fincas de fresa y un 12% en fincas de cereza, considerando todas las parcelas que el Departamento de Agricultura ha prospectado. En Cataluña se detectó la presencia de esta mosca de la fruta en el año 2010, y afectaba tanto los cultivos de cereza como los de fresa. A diferencia de otras moscas de la fruta, la drosófila tiene un ovopositor serrado que le permite perforar frutas sanas y maduras para poner los huevos, de manera que las larvas se desarrollan dentro de la fruta y la hacen inviable comercialmente. Una vez se ha aplicado en el Maresme, la intención es extender esta metodología en otros espacios que tienen el mismo problema.