Si te sientes culpable por procrastinar (aplazar o diferir una tarea que hay que afrontar), puedes sentirte un poco más tranquilo después de leer un estudio publicado por la revista Social Cognitive and Afective Neuroscience. Sobre todo, en el caso de las mujeres.

Ya hace tiempo que los mismos investigadores que han realizado este nuevo trabajo, habían demostrado que existían factores biológicos y psicológicos relacionados con la dilación en las tareas. En concreto, las personas con tendencia a posponer las cosas tenían una amígdala –la sección del cerebro que procesa las emociones– de tamaño más grande. También se sabía que existía relación entre este rasgo del carácter y la genética, pues existe otro estudio llevado a cabo entre gemelos que concluía que el 46% de la tendencia a posponer el tiempo podría depender de los genes.

Lo que dice el nuevo estudio

Sin embargo, no se conocía la diferencia genética específica que podría dar lugar a este rasgo. En esta ocasión, los expertos de la Ruhr-Universität Bochum en Alemania, creen tener la respuesta, aunque de momento sólo han podido demostrarlo en el caso de las mujeres.

Los investigadores, que llevaron a cabo un análisis genético de 278 personas, se fijaron en un gen llamado TH que produce una enzima llamada tirosina hidroxilasa que ayuda a regular la producción de dopamina, un mensajero químico que desempeña un papel en los procesos cerebrales, como la atención, la memoria y la motivación.

La expresión de este gen es diferente según cada persona, lo que conlleva niveles variables de dopamina y otros neurotransmisores en el cerebro. La ciencia ya ha demostrado que los niveles elevados de dopamina están relacionados con el comportamiento impulsivo y también con mayor flexibilidad cognitiva en el pasado. Esto va acompañado de una mayor distracción.

Cada participante respondió a un cuestionario para determinar el nivel de control sobre sus acciones. Y los científicos se encontraron con que las mujeres que portaban una variante del gen TH reportaron tener menos control sobre sus acciones y tenían más probabilidades de ser procrastinadoras. También eran genéticamente más propensas a tener niveles más altos de dopamina. Lo que no se pudo demostrar es la relación que existe entre este hecho y las diferencias en el tamaño de la amígdala, un hecho que lleva a pensar que existe más de un factor que puede ser responsable de la procrastinación.

Queda trabajo por hacer

El equipo de científicos quiere ahora investigar el efecto que tiene otro neurotransmisor relacionado con el gen TH sobre el control de la acción, la norepinefrina. Al parecer, la hormona sexual femenina, el estrógeno, parece tener un papel importante en este sentido, por lo que todo apunta a que las mujeres pueden ser más susceptibles a las diferencias genéticas en los niveles de dopamina debido a estos estrógenos, lo que, a su vez, se refleja en su comportamiento.

Todavía hace falta más investigación pero todo apunta a que, sobre todo, en el caso de las mujeres existe una causa genética al comportamiento procrastinador.