El impacto de la pandemia en la salud mental de la población está aún bajo estudio, pero las primeras estimaciones apuntan a que los trastornos como la ansiedad o la depresión, se han disparado. Por ejemplo, en una investigación publicada en The Lancet y llevada a cabo por la Universidad de Queensland (Australia), se concluye que se ha producido un aumento en todo el mundo del 28% de casos de depresión y un 26% en casos de trastornos de ansiedad durante el pasado año, hasta sumar 53 y 76 millones de casos adicionales sobre las cifras habituales.

Tal es la magnitud de las cifras que desde la comunidad científica se está realizando un gran esfuerzo para conocer cómo impactan estos trastornos en el cerebro, con el objetivo de mejorar su detección y tratamiento.

Un equipo de expertos de la Universidad de Rochester han llevado a cabo un estudio publicado en la revista Nature sobre la ansiedad en el que los experimentos se han desarrollado con realidad virtual para ver el impacto que produce en el cerebro de las personas. La situación planteada a los voluntarios participantes, es la siguiente: imagina que estás en un prado recogiendo flores. Sabes que algunas flores son seguras, mientras que otras tienen una abeja que puede picar. ¿Cómo reaccionarías? De esta forma, los expertos han podido comprobar la reacción del cerebro y el control de la persona sobre estas actuaciones.

Hombre ansioso

Parece sencillo, pero los resultados muestran que los trastornos de ansiedad van más allá de una falta de conciencia del entorno o ignorancia sobre su seguridad, sino que las personas que padecen un trastorno de ansiedad no pueden controlar sus sentimientos y comportamiento incluso si quisieran. Así se manifiesta Benjamín Suárez-Jiménez, profesor de Neurociencia de la Universidad de Rochester y autor del estudio publicado en la revista Communications Biology: “Los pacientes con un trastorno de ansiedad podrían decir racionalmente: estoy en un lugar seguro, pero descubrimos que su cerebro se comportaba como si no fuera así”.

En el experimento, los investigadores observaron la actividad cerebral de voluntarios con ansiedad general y social mientras navegaban en el juego de realidad virtual de recoger flores. La mitad del prado tenía flores sin abejas, la otra mitad tenía flores con abejas que pican, como se simuló mediante una leve estimulación eléctrica en la mano. Todos los participantes del estudio podían distinguir entre las áreas seguras y peligrosas, sin embargo, los escáneres cerebrales revelaron que los voluntarios con ansiedad habían aumentado la activación de la ínsula y la corteza prefrontal dorsomedial, lo que indica que su cerebro estaba asociando un área segura conocida con peligro o amenaza.

“Esta es la primera vez que observamos el aprendizaje de la discriminación de esta manera. Sabemos qué áreas del cerebro mirar, pero esta es la primera vez que mostramos este concierto de actividad en un entorno tan complejo como el del mundo real”, asegura Suárez-Jiménez. “Estos hallazgos apuntan hacia la necesidad de tratamientos que se centren en ayudar a los pacientes a recuperar el control de su cuerpo”.