A pocas horas de la cita con las urnas, la convulsión de los mercados y la incertidumbre política por el Brexit pone de manifiesto que el domingo no sólo se decide la lista que gobernará España los próximos años. El resultado del 26-J arrojará un mapa de partidos fragmentado, donde los pactos postelectorales se decidiran en función de la relación política y económica que el Estado quiera mantener con el entorno europeo. Sobre esa coyuntura girarán la forma de entender la patria, así como las vías para enfrentar la cuestión catalana y profundizar la regeneración institucional.

Socialdemocracia y déficit

Si las últimas previsiones demoscópicas se cumplen, el PSOE volverá a tener la llave de la gobernabilidad. Con sorpasso o sin él, Ferraz deberá decidir si abrazar a Podemos o abstenerse para dejar paso a un proyecto liberal– conservador, encarnado por PP y Ciudadanos.

A la izquierda del tablero político, la lucha por hacerse con el monopolio de la socialdemocracia se ha convertido en el eje del relato en la campaña. Las proclamas de "nueva socialdemocracia" por parte de Podemos han impregnado de tensión a las filas del PSOE. Estos han reaccionado sintiéndose amenazados por un partido que insinuaba quererles dar el sorpasso mientras alababa a una de sus insignias, José Luis Rodríguez Zapatero. En poco tiempo, la formación morada ha pasado de declarar caduco el comunismo y la socialdemocracia a forjar una alianza con Izquierda Unida y evocar el paradigma sueco a través de catálogos de IKEA.

Ante la intimidación de quien siente invadido su terreno, los "viejos socialdemócratas" se han lanzado a por el voto de fieles y nostálgicos con el pasado. Mediante toques de felipismo y 'vieja guardia' socialista, han apelado al aval de sus 137 años de historia y llenado las filas de 'ministrables' –que evocan a Felipe González– con personalidades como Josep Borrell. Trataban de recuperar el voto que durante el 20-D habían descuidado, ya que empujados por la 'nueva política', se centraron en atrapar a los jóvenes electores.

Pero mientras las encuestas dan a la coalición de izquierdas un resultado que roza la mayoría absoluta, los segundos saben –y no dicen en voz alta– que los socialistas no serán devorados por un partido que presenta dificultades para romper el techo de cristal que les une. Es en la demografía y la economía donde la vieja y la nueva socialdemocracia encuentran un punto de encaje complementario.

Muestra es el discurso intergeneracional del partido morado. Podemos es consciente de que su voto proviene de personas menores de 55 años y que tiene un techo de crecimiento electoral en aquellas generaciones que se socializaron antes de la transición. Es decir, en los mayores de 55 años. Esa es exactamente la edad donde la intención de voto es predominante entre los socialistas y sus adversarios han extremado la ofensiva por el voto adulto.

Sus proyectos económicos tampoco luchan en el terreno de lo excluyente. Para "acabar con las políticas de austeridad del PP", como quiere el PSOE, Podemos cree que hay que reivindicar la soberanía española ante las instituciones comunitarias. La idea es renegociar el cumplimiento del déficit, papel donde la credibilidad de la familia socialista europea actuaría como aval, aunque estos recelen la posibilidad.

Regeneración y liderazgos

La salida del Brexit de la UE ha sepultado informativamente el caso de las presuntas conspiraciones del Ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. Sin embargo, el ejecutivo ha desviado la atención buscando a la persona que habría grabado los audios y se ha lavado las manos ante la indignación de CDC y ERC.

Al margen de la cuestión, la regeneración política es desde hace tiempo –y será– el escollo principal a salvar entre PP y C's, si el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, deja paso al tándem liberal-moderado. La formación naranja ha asegurado durante la campaña que es condición la salida de Rajoy, tras los escándalos de corrupción que han sacudido al PP en Valencia o Madrid. Rivera ha hurgado así en el cambio de liderazgo del PP, quien no estará dispuesto a ceder para favorecer el acuerdo, si las urnas le dan más escaños que el 20-D.

Soberanismo y patria

El último de los elementos de actualidad que ha marcado la campaña es la cuestión del derecho a decidir catalán. Podemos anunció hace tres días la voluntad de desplazarlo a una comisión para facilitar la negociación con el PSOE. De producirse, el papel de los independentistas CDC y ERC podría ser clave para barrar -o no- la posibilidad de una coalición de izquierdas, en función de su peso electoral y de si los socialistas rechazan la autodeterminación.

Ante ese escenario, PP y Podemos han conseguido que la campaña gire en torno a sus dos proyectos patrióticos, al tiempo que C 's y PSOE han actuado como comparsas de los extremos. La polarización de estas dos esferas no sólo es económica: los populares defienden la patria constitucional, mientras que los podemitas, la patria de los pueblos, uno de los cuales se impondrá en España a partir de la noche del 26-J.