Dos asuntos de sustancia aparecen en las portadas de este viernes. Uno es la tensión diplomática —de momento— causada por la alianza anglosajona (Estados Unidos, Reino Unido y Australia) para hacer frente al nacionalismo expansionista de China en el Océano Pacífico. Esta decisión unilateral tiene su fundamento. La armada china ha puesto en servicio 90 barcos y submarinos de combate desde 2016 (entre cuatro y cinco veces más que los EE.UU). China construye cada año más de 100 aviones de combate avanzados. Ha desplegado armas espaciales. Sus misiles pueden atacar Taiwán, claro, pero también a la Marina norteamericana y sus bases en Japón, Corea del Sur y Guam. En fin, que los EE.UU. no quieren quedarse mirando ni contemporizar (como les parece que hace el último informe sobre estrategia Indo-pacífica de la UE) y han movido esta alianza, a la que no faltarán Canadá ni Nueva Zelanda, países con quienes desde hace años comparten inteligencia en un ente llamado Five Eyes, cinco ojos.

Una de las consecuencias del acuerdo es que Australia, vecina de China, ha cancelado un contrato de 56.100 millones de euros en submarinos convencionales franceses y comprará otros de propulsión nuclear a los EE.UU., que así se aseguran el dinero y la "interoperabilidad" entre barcos. Es decir, que los futuros submarinos australianos podrán compartir datos e intercambiar información con los EE.UU. como si fueran del mismo ejército. En el fondo —nadie titula así— los norteamericanos amplían su armada pero lo paga Australia. La UE no lo habría tolerado y le ha tocado recibir a Francia, que lo ve como una "puñalada por la espalda". Es natural que estén cabreados. Otro título que hoy no sale —a ver si mañana— sería cómo demonios la UE ha estado en la luna de Valencia mientras se orquestaba esta alianza, que no se ha hecho de un día para otro, como ha dicho acertadamente el mismísimo comisionado de Exteriores de la UE, Josep Borrell, a quien han marcado un gol por debajo de las piernas mientras se peleaba con Rusia a propósito de Catalunya. Esto tampoco lo leerás en los diarios de aquí. Al menos no hoy. Para empezar, El Periódico, El Mundo y ABC ni lo llevan en portada.

Jóvenes, colgados como un candil

El segundo asunto, en realidad, no es único, sino tres diferentes que se entienden mejor si se ponen uno junto a otro. Desde hace 20 años, dos de cada diez jóvenes (gente de 18 a 24 años de edad) españoles ni estudian ni trabajan (los ninis de que habla ABC). El 30% de sus predecesores de 25 a 35 años no han aprobado la secundaria. Los que vienen detrás (menores de 18 años) muestran la proporción mayor de repetidores entre los países de la OCDE, el club de los países desarrollados (todo eso sale en Ara). Finalmente, en El Periódico, la guinda del pastel: un 10% de esos menores abusa de las pantallas (móviles, consolas, ordenadores...) y el 7% sufre un "trastorno potencial" (sic) relacionado con este abuso. Es mucha gente en situaciones que tienen pinta de ser estructurales, permanentes, fijas.

¿Cómo rima todo eso con el aumento de 15 euros en el salario mínimo, noticia que llevan todas las portadas? Pues, de entrada, esta mejora laboral no llegará al 22% de los jóvenes ninis, que no cobran ningún salario, y difícilmente a los que caen dentro de los otros fenómenos, candidatos a no tener trabajo por falta de preparación o por incapacidades derivadas de la adicción a la pantalla. Más o menos, porque todas estas situaciones tienen remedio si se ponen a ello el Estado —gobiernos de todo tipo, prestadores de servicios públicos, etcétera—, el aparato productivo, encabezado por las empresas, y las familias de todo tipo. Porque debería rimar.

LV

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EPA

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AHORA

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LR

ME