Reto mayúsculo para el independentismo este jueves: no resquebrajarse. Más de cinco años después del referéndum del 1 de octubre, la unidad se recuerda a menudo como una memoria lejana, un experimento de otro tiempo. Pero la cita de este jueves abre una nueva ventana de oportunidad. La cumbre hispano-francesa reunirá al presidente español, Pedro Sánchez, y a su homólogo francés, Emmanuel Macron, en el Museo de Arte Nacional de Catalunya (MNAC), con la intención de firmar el Primer Tratado de Amistad y Cooperación entre los dos países. No solo eso, sino que los mandatarios también abordarán cuestiones de la agenda europea, además del esperado corredor de hidrógeno verde que tiene que unir Barcelona y Marsella a partir del 2030.

🔴 Manifestación del 19 de enero en Barcelona, DIRECTO | Protesta contra la cumbre hispanofrancesa

Será tan solo la segunda vez que Catalunya acogerá esta reunión de alto nivel entre los Estados español y francés, después de que Girona acogiera el encuentro entre José Luis Rodríguez Zapatero y Jacques Chirac el año 2006. Pero en esta ocasión, la cita tiene un significado muy diferente. Después de la ruptura del Govern de ERC y Junts, con unas evidentes dificultades para que el movimiento independentista avance y en un contexto marcado por la desmovilización, es inevitable entender el lugar escogido como un intento por parte del Gobierno de poner el dedo en la llaga y mostrar en el mundo que el procés se ha acabado. Durante las últimas semanas, de hecho, Pedro Sánchez y otros miembros de su ejecutivo ya han sentenciado reiteradamente que el 'problema' del soberanismo catalán ya está resuelto gracias a la política del "reencuentro" que han impulsado los socialistas.

Ante esta muestra de soberbia, el independentismo no se ha quedado de brazos doblados. Todo lo contrario: la Assemblea Nacional Catalana, Òmnium Cultural y el Consell de la República ya anunciaron al principio de enero una acción de protesta para evidenciar su rechazo a la presencia de Sánchez y Macron en un intento de aparentar normalidad en Catalunya. "El Gobierno ha referido varias veces que venía a Barcelona para certificar el fin del procés. Las tres entidades independentistas lo consideran una provocación, una fantasía y una falsedad teniendo en cuenta que no se ha dado ninguna solución política al conflicto, que aún hay representantes, del movimiento en el exilio, y que hay 500 personas pendientes de juicio por causas relacionadas con el referéndum del 1 de octubre y la posterior represión del Estado, que ha afectado a más de 4.000 personas", sentenciaron en un comunicado.

Unidad entre partidos y una cuarentena de entidades

Sin esperárselo, el anuncio del presidente español ha acabado provocando una inesperada muestra de unidad del independentismo solo arrancar el año. Contra las expectativas de Sánchez, las principales entidades soberanistas han conseguido ponerse de acuerdo en convocatoria y lema, reuniendo a los manifestantes en las escaleras que llevan hacia el MNAC (si el cordón policial no consigue impedirlo). Con el mensaje '¡Aquí no se ha acabado nada! Independencia Países Catalanes. Basta de represión', se ha conseguido también el apoyo transversal de una cuarentena de otras entidades civiles, entre las cuales hay también el sindicato Ustec·STE's, la Cambra de Comerç de Barcelona, Batec, la Coordinadora de la Abogacía de Catalunya y el CIEMEN. Y no solo: los principales partidos del independentismo (ERC, Junts y la CUP) estarán con una delegación que incluirá a sus nombres más importantes. Pero la amplia amalgama de grupos podría generar problemas.

Los últimos experimentos fallidos de la unidad

Lo cierto es que la experiencia reciente no invita a ser muy optimista. Si recapitulamos unos meses atrás, hasta la cita más importante de movilización independentista, recordaremos que la Diada del 11 de septiembre no pudo enmarcarse dentro de la normalidad. La manifestación unitaria contaba con un mensaje encendido por parte de la ANC contra el Govern de la Generalitat, que lamentaba la "inacción de los partidos" y llamaba a provocar "fuego nuevo a las instituciones". El clamor irritó profundamente ERC, que lo leía como un ataque directo, y tanto los consellers republicanos como el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, decidieron plantar la protesta y ausentarse. La jornada, pues, se cerraba sin una muestra de la tan anhelada unidad.

Esta sí que llegaría (al menos en la convocatoria) solo unas semanas después, y a las puertas de la ruptura del ejecutivo de ERC y Junts. En una nueva prueba de fuego, y en el marco de las celebraciones del quinto aniversario del referéndum del 1 de octubre del 2017, el Arco de Triunfo acogía una variada gama de representantes sociales y políticos del independentismo: de la ANC, Òmnium y el Consell de la República, pero también con presencia de ERC, Junts y la CUP entre el público. Aunque los partidos no fueron protagonistas de aquella jornada, el acto sí que contó con la intervención de una republicana, Carme Forcadell, invitada de honor como presidenta del Parlamento durante el referéndum del 2017. Pero Forcadell sufrió en primera persona la tensión entre el público con una fuerte pitada que indirectamente censuraba la estrategia de diálogo de ERC.

Aragonès, "incongruente" e "invitado de piedra"

Desde aquella fecha, no se había repetido ninguna muestra de unidad entre los diferentes actores que configuran el espacio independentista. Tampoco la manifestación de la ANC contra la reforma de la sedición a principios de diciembre, que evidentemente no reunió a los republicanos, pero tampoco recibió el apoyo de Òmnium. Ahora bien, la cita de este jueves, con el aliciente de demostrar los recelos que provocan España y Francia en Catalunya y de resquebrajar el deseo de 'normalidad' del Gobierno, ha hecho que partidos y entidades aparquen sus reservas y vayan juntos a Montjuic. El independentismo confía en que la acción sea un punto de inflexión para que el movimiento vuelva a reunirse entorno al objetivo compartido y evite los reproches.

Pero el riesgo de que eso no sea así está bien vivo. No ayuda a la asistencia del presidente de la Generalitat a la cumbre, junto con Sánchez y Macron, mientras que los republicanos están en la manifestación. El PSC y los comuns ya han señalado la "contradicción" de esta decisión (si bien su participación será mínima). Y no solo. La presidenta de la ANC, Dolors Feliu, no ha podido evitar la tentación y se ha añadido a la crítica, acusándolo de ser "incongruente" e instándolo a estar en la protesta, al lado de la gente. Y también el responsable de relaciones institucionales del Consell de la República, Toni Castellà, se ha sumado, constatando como un "error" asistir de "invitado de piedra" a la cita. Junts y Òmnium han optado por echar pelotas fuera y otorgar a Aragonès toda responsabilidad.

La presencia de los republicanos también podría acabar provocando escenas de discordia entre los manifestantes, con pitadas y regañadas hacia una delegación de ERC que estará encabezada por el presidente del partido, Oriol Junqueras. Aunque no se espera una asistencia masiva por ser jueves laborable, los partidos y entidades han compartido la habitual premisa de que el independentismo no se debe "equivocar de enemigo" y no enfocar todas sus energías hacia los presidentes español y francés. Mirándoselo con optimismo, querrían confiar que esta vez sí que podría abrirse el camino de la unidad y del entendimiento. Pero los avisos de los dirigentes quizás no serán suficientes para evitar las muestras de cansancio de un público que ya hace cinco años que espera que se implemente el resultado del 1-O. Al fin y al cabo, recuerdan, pitar también es "libertad de expresión".