El actual ministro de Consumo, Alberto Garzón, coordinador federal de Izquierda Unida, se encontraba en Asturias ayer en un acto público. En su intervención no dudó en ser claro y contundente al referirse al capítulo de la visita de Juan Carlos de Borbón a España: “Estamos ante la expresión más clara de la impunidad con la que se ha trabajado desde la Casa Real y desde la Jefatura del Estado. Estamos hablando de un delincuente acreditado, acreditado además por él mismo. El ciudadano Juan Carlos de Borbón admitió, con sus procesos y rectificaciones ante Hacienda, que había dimitido. Estamos, por lo tanto, ante un proceso que ha llevado a que no tenga ahora mismo ninguna causa judicial en España, pero no porque sea inocente, sino por causas distintas, porque mucha de esa información se refería a los tiempos en los que era inviolable, por lo tanto, protegido por las instituciones monárquicas y en otros momentos porque el proceso judicial ha tenido la derivada que todos hemos conocido. Pero toda España sabe que el anterior Jefe de Estado, todavía rey, porque se hizo así institucionalmente para protegerle y blindarle, toda España sabe que esa persona es un ladrón”.

Vaya, que básicamente lo que Alberto Garzón afirmó ayer es que el Borbón es un ladrón. Lo mismo que había afirmado Josep Miquel Arenas, Valtònyc, que en su momento fue juzgado y condenado por injuriar a la Corona. Esta semana se ha cerrado la pesadilla judicial para el mallorquín. A quien Pablo Iglesias le encargó la dichosa cancioncita para uno de sus programas de televisión y por la que fue juzgado. Un hecho del que poco se habla y que pocos conocen y que a mí no me parece menor, puesto que Josep Miquel se vio solo ante el abismo de ser ingresado en prisión siendo un chaval cuyo único delito era haber dicho una verdad que según el ministro Garzón “toda España sabía”. Pero Iglesias lo dejó absolutamente solo, y eso que durante una parte del proceso Pablo era nada más y nada menos que Vicepresidente del Gobierno. Nada. Cuando se le complicaba la vida a este chaval, que de haber hecho la canción en su casa y haberla difundido en YouTube probablemente no la hubieran escuchado más que un puñado de colegas, Pablo lo deja colgado.

Este país, en el que según Garzón todos saben que el Borbón es un ladrón, le dio la espalda a Valtònyc. Sí, ya sé que algunos nos manifestamos, recogimos firmas, apoyamos en redes sociales e incluso en prensa. Pero eso no consiguió que nadie con capacidad de influencia y poder frenase lo que era una entrada segura en prisión. De un joven, repito, que lo único que había hecho era cantar una verdad.

Dentro de la cultura popular española hemos integrado esa “picaresca” de que las cosas se hacen mal, rematadamente mal, y no pasa nada y a otra cosa “mariposa”. Tenemos absolutamente asumido que no hay absolutamente nada que podamos hacer en este dichoso país para que la ciudadanía se sienta orgullosa de sus instituciones, de una Justicia justa, de unos medios sinceros, de unos políticos valientes y honestos.

Ha tenido que ser Bélgica quien garantice que Josep se quede tranquilo. Siempre y cuando no ponga un pie en España, claro. Porque a Valtònyc por decir una verdad se le cierra la puerta, mientras que al ladrón del Borbón se lo llevan a comer pescado y a pasear en barco en Sanxenxo. Ese es el problema de España. Y no me refiero a que el anterior Jefe de Estado fuera un ladrón, que evidentemente también. Sino a que aún sabiéndolo todos, como dice Garzón, aquí nadie ha metido mano, nadie ha hablado con contundencia, al menos no lo han hecho cuando era necesario decirlo. Porque ahora, en estos días, podemos leer tuits de diputados del PSOE, incluso chistes, y comentarios contundentes. Ahora. Ellos que además están aforados y protegidos lo dicen cuando la justicia belga ya ha cerrado el asunto de entregar a Josep a las fauces de este país tan injusto y tan cínico.

El problema, insisto, es que dentro de la cultura popular española hemos integrado esa “picaresca” de que las cosas se hacen mal, rematadamente mal, y no pasa nada y a otra cosa “mariposa”. Tenemos absolutamente asumido que no hay absolutamente nada que podamos hacer en este dichoso país para que la ciudadanía se sienta orgullosa de sus instituciones (aunque pudieran tener algún error comprensible), de una Justicia justa, de unos medios sinceros, de unos políticos valientes y honestos. No. Hemos dejado que el calabobos nos empape y verlo como algo normal.

Porque lo que dice Alberto Garzón, que es una evidencia, en mi opinión deja claro el problema tan profundo, triste y realmente terrible: que leerán sus declaraciones, escucharán sus palabras (las del ministro) y todos dirán que tiene razón. Y poco más. Dentro de poco nos venderán la República como una manera de limpiar mucha “mierda”. Y habrá quien piense que así se soluciona el problema. Será otro engaño más, otra transacción (¿lo llamarán de nuevo transición?). Y seguiremos viviendo en este pantano en el que hacer las cosas mal no pasa factura dependiendo de quien seas y hacer las cosas bien, pueda costarte muy caro.

El cinismo de siempre. Porque ahora resulta que todo el mundo sabía que Juan Carlos era un ladrón, pero al muchacho de Mallorca lo quisieron meter tres años en prisión y a todos les pareció normal.