Los jóvenes vivirán peor que sus padres. Esta afirmación se ha instalado en el seno de nuestra sociedad como una especie de mantra irrefutable. De forma tan resignada como reiterativa, la escuchamos en los foros más acreditados, en medios de comunicación y en los recintos más informales. Se ha convertido en una fatalidad contra la que parece que no se puede hacer nada más que aceptarla, aunque sea con un punto de vergüenza.

Esta afirmación sobre el futuro gris de los jóvenes apela directamente a la clase media de nuestro país. Nos pregunta si nos conformaremos. Si aceptaremos con la cabeza gacha que la cultura del esfuerzo tenía fecha de caducidad. Si admitiremos que el ascensor social que tan bien funcionó para nuestra generación, la de nuestros padres y nuestros abuelos, ya no lo hará nunca más. Si validaremos, en definitiva, que el estado del bienestar que hemos contribuido a crear tiene sus días contados.

Pero también, y sobre todo, interpela duramente a los gobiernos. Muchas son las señales de alerta que —desde hace tiempo— las clases medias están enviando a la política. No son pocos los síntomas de agotamiento, malestar y desconfianza que hacen llegar. Vivimos en tiempos cambiantes, confusos y caros. Y las clases medias lo saben bien, porque viven en primera persona cómo se empobrecen, cómo pierden centralidad política y cómo, aun así, no se interpretan con precisión estas alertas.

Unas alertas que ignora el gobierno de Salvador Illa, demostrando día a día que la clase media no forma parte del "todos" que tanto proclaman. La prueba es cómo siguen declinando todas y cada una de las políticas de los Comuns y que se basan en el siguiente binomio: máxima presión fiscal a la clase media y penalización del emprendimiento y la economía productiva. Una política ideológica solo compensada en el terreno nacional por la influencia póstuma de Ciudadanos y los acuerdos en Barcelona con el PP, al servicio de la descatalanización del país.

Algunos pensarán que la clase media lo puede resistir todo. No se dan cuenta de que el éxito de las democracias occidentales, de Europa y de Catalunya, se ha basado en su capacidad de generar progreso colectivo, pero también personal. En la posibilidad de convertir el esfuerzo recompensa. En convertir la clase media en la garantía de cohesión social. Pero vivimos en tiempo de cancelaciones y hay quien las pone en práctica contra estos valores, estigmatizando y criminalizando la clase media.

Sin ningún complejo ni ninguna duda, en Junts defenderemos a las clases medias con la misma determinación con la que defendemos la Nación

Defender la propiedad privada, tener una mutua de salud o llevar a los hijos a la escuela concertada hoy te coloca en el punto de mira. Como si todo ello fuera contrario a la defensa de una sanidad pública y de calidad. Como si fuera antagónico a la defensa de un sistema público de enseñanza de calidad y en catalán. O como si no fuera compatible con querer que nuestros hijos accedan a una vivienda digna.

La maquinaria de la polarización ideológica y la división social que han puesto en marcha los extremos, de un lado y de otro, pretende aislar a los que defendemos la necesidad de hacer políticas públicas en favor de la clase media catalana. Y, por lo tanto, seguir invisibilizándola, empequeñeciéndola y debilitándola. Un error que implicaría poner en peligro el verdadero motor de progreso social de nuestro país.

Con Junts per Catalunya que no cuenten. Sin ningún complejo ni ninguna duda, defenderemos a las clases medias con la misma determinación con la que defendemos la Nación. Estos son los pilares sobre los que estamos construyendo la alternativa para Catalunya. Porque estamos convencidos de que a Catalunya le irá tan bien o tan mal como le vaya a su motor económico y social: la clase media. Haremos cuestión de su defensa, contra los irresponsables que ven una oportunidad política en su debilitamiento.

Porque hoy en día defender a la clase media es defender este motor de transformación y progreso. Es garantizar verdaderamente la cohesión social. Es garantizar que el ascensor social siga en funcionamiento. Significa mantener vigente la cultura del esfuerzo personal y familiar y asegurar que obtienen recompensa.

Defender a la clase media significa combatir todos los discursos y las políticas que penalizan fiscalmente las herencias a los hijos y nietos. Las políticas que convierten en un infierno fiscal la actividad económica de los profesionales autónomos y las pequeñas y medianas empresas. Las que devalúan la formación y la cualificación de los más jóvenes y las que criminalizan el acceso a la propiedad.

Pero defender a la clase media también significa defender la catalanidad como factor de progreso y de integración. Una de las claves del éxito en Catalunya y que hay que atribuir a este catalanismo humanista y moderno que ha aceptado todos los retos desde la voluntad permanente de ser un solo pueblo. Un solo pueblo que debe mirar al futuro con confianza y, sobre todo, con el convencimiento de que puede ofrecer a las generaciones futuras los valores y las herramientas que les permitan seguir progresando.

Jordi Turull i Negre es secretario general de Junts per Catalunya