Leo en nuestro estimado periódico que el comediante madrileño Roberto Enríquez Higueras, más conocido por el nombre artístico de Bob Pop, querría ser alcalde de la capital representando a Barcelona en Comú, todo ello con el objetivo de continuar el legado político de Ada Colau. Hay que celebrar esta noticia, que pondría a nuestra estimada 'Rosa de foc' en la vanguardia planetaria de las causas justas; mirad el ejemplo de Volodímir Zelenski, un contador de chistes que —por obra y gracia de la geopolítica— ha acabado convirtiéndose en héroe del resistencialismo ucraniano. En este sentido, la historia sonreiría a nuestro candidato, ya que en una ciudad tan castellanizada como Barcelona, sería de lo más oportuno que reinara alguien que se pasó lustros sin decir ni "bon dia" y que solo se forzó a aprender la lengua catalana cuando los cerebros privilegiados de TV3 le pagaron un curso de catalán sufragado con nuestros impuestos.

Siguiendo el camino que nos marca la televisión pública, sería igualmente oportuno que Junts o Esquerra cambiaran a sus aburridísimos candidatos a la alcaldía por Gerard Romero, un individuo la mar de simpático, a quien alguien tuvo la brillante idea de regalarle un espacio televisivo en el que una familia destrozaba su hogar con el nobilísimo objetivo de encontrar diez mil pepinos escondidos. Esta revolución en la política también sería una buena oportunidad para el españolismo, visto que esto de presentar a líderes como Dani Sirera o Gonzalo de Oro-Pulido solo sirve para apuntalar el socialismo barcelonés, yo propondría marcarse un cambio de frame mental y apostar directamente por Belén Esteban o Mariló Montero. Collboni ya puede temblar, pues a su condición homosexual (que el alcalde solo explota el día de Sant Jordi), Pop le sumará el aliciente de ser el primer gran capataz de la ciudad que padece esclerosis múltiple.

En una ciudad tan castellanizada como Barcelona, sería de lo más oportuno que reinara alguien que se pasó lustros sin decir ni "bon dia"

Esto no es un tema menor. Como el lector sabe perfectamente, los catalanes —y los habitantes de la capital tampoco se salvan— experimentan un frenesí igualable con sus enfermos nacionales. En este sentido, el excelentísimo señor Pop no tendrá que hacer demasiado exhibicionismo, le bastará con pasear por Ciutat Vella e ir abrazando a bebés y contando ocurrencias a las abuelas. Eso sí, habría que trabajar un poco el impacto de esta candidatura dentro del electorado de la izquierda radical; pensad que —como confesó en el programa Entre quatre parets, de Núria Moliner— Pop vive en un pisazo de El Born por el que paga dos mil euricos cada mes (a mí me parece de maravilla, pero ya sabéis que a los colauistas esto de los lujos les pone de los nervios). También habría que advertir a las feministas del partido, ya que el alcaldable se inició en el arte de la poligamia cuando su cuidador personal pasó de cuidados a caricias…

Pero todo esto son objeciones de quisquillosos, porque lo importante que subrayar es que los barceloneses estamos a punto de poner en marcha un cambio de paradigma (¡puaj!) estratosférico. Como toda transformación sideral, la cosa comportará dolores. El propio Pop, mientras hablaba de su candidatura, ha puesto de manifiesto la dificultad de dedicarse a la política dejando de lado los espacios que tiene en los medios de comunicación. Este es un hecho transcendental, ¡porque no hay nada mejor para hacer madurar a un prepolítico que quiere presentarse como el alcaldable de los servicios sociales y de los desdichados que hacerle entender de antemano que una campaña requiere mucha pasta! Este será el primero de muchos aprendizajes que le esperan, pero un hombre sufrido como él —que toreó los pronombres débiles— no creo que tenga muchos problemas para aprenderse de memoria los Goigs de Santa Eulàlia. Si alguien encarna la superación, este es el alcaldable Pop.

Excelentísimo señor Pop. Después de la alcaldesa de la flotilla y del actual pacificador socialista, ¿qué más podríamos esperar?