Marte ejerce sobre nosotros una extraña fascinación. Durante décadas del siglo XX, los posibles extraterrestres eran llamados marcianos, seguramente porque pensaban que en el planeta rojo podía haber vida inteligente y serían los primeros en contactar con nosotros, los terrestres. Tanto mitológica como astronómicamente, Marte ha sido nuestro alter ego, nuestro Espejo Rojo (como bien se titulaba una fantástica exposición que se hizo en el CCCB hace un tiempo). Las primeras sondas de exploración espacial han pasado por Marte, y desde que el robot motorizado Perseverance aterrizó, se están recogiendo muestras y datos primordiales para comprender el sistema solar, la formación de la Tierra y el surgimiento de la vida. No sabíamos los nombres de la geografía marciana, pero ahora todos reconocemos el nombre que contuvo un lago, actualmente seco, donde las imágenes nos muestran claramente las señales curvilíneas de ríos y de un delta fósiles, pero que hace millones de años debieron contener agua líquida fluyente. De hecho, una buena parte de los estudios están dirigidos a analizar si se pueden identificar restos de organismos biológicos, como estromatolitos (tal como os expliqué en otro artículo).

Comprender la geografía de Marte desde la Tierra no es tan fácil como parece, ya que solo se obtienen imágenes y datos locales, que hace falta interpretar desde la Tierra y darlas contexto. Con respecto a los ríos fósiles marcianos, se habla más bien de paleocanales. Así, pues, sabemos que en la vida geológica de Marte ha habido agua en la superficie en el pasado, sin embargo, ¿podemos saber si Marte tuvo regímenes fluviales y ciclos hídricos de larga duración, con temporadas largas de meteorología y temperaturas más estables o si, por el contrario, fueron intermitentes y cortos, con regímenes de temperatura y clima árido o semiárido más extremos? Este punto es importante, para que haya oportunidad de que surja la vida se necesita no solo agua, sino que el agua líquida "exista" un tiempo suficiente para permitir la evolución de formas vivas. Para explicaros un poco cómo podemos saber alguna cosa más de estos ríos sin agua de hace millones de años, no hay que ir a Marte. Nos podemos quedar en la Tierra y analizar la geografía de nuestro planeta. Para eso iremos cerca de Caspe, de la mano de un geólogo (Dr. José Luis Cuevas) que ha hecho su tesis doctoral estudiando los antiguos ríos que fluían por el sur de la Conca de l'Ebre, antes de que el mismo Ebro existiera, y que me ha cedido parte de su material científico para haceros cinco céntimos.

En sus palabras, "entre Caspe y Alcañiz se extiende un paisaje de pendientes suaves, seco, con campos de cereales separados por matorrales y bosques de sabinas y pinos... Caminando por este paisaje veremos que hay muchos altozanos alargados, con carenas formadas por areniscas y vertientes formadas por limos y arcillas de tonalidades rojizas y ocres. Si subimos a alguno de estos altozanos, nos daremos cuenta de que forman como una especie de cordón de arenisca, muy alargado. Y seguramente, a ojo de dron, o mejor si fuéramos con un globo aerostático o una avioneta a baja altura, podríamos distinguir claramente que estos cordones de arenisca se alargan, serpenteando, y se conectan, como fideos. Os adjunto una imagen tridimensional (tenéis el enlace interactivo aquí) para ver cómo un grupito de estos altozanos, con piedras y matorrales, sobresalen como cintas sinuosas en medio de los campos de cultivo.

visión 3d paleocanal Caspe
Visión 3D de un paleocanal invertido exhumado cerca de Caspe (Dr. J.L. Cuevas), donde se observa claramente la disposición sinuosa de un paleorío.

¿Qué son estas colinas? Son paleoríos o ríos fósiles invertidos exhumados, es decir, son los restos que nos indican dónde estaban los antiguos ríos dentro de una cuenca fluvial o lacustre, hace millones de años. ¿Cómo puede ser eso? Estamos acostumbrados a ver que los ríos excavan y erosionan el terreno, hacen valles y no carenas, ¡y aquí los vemos invertidos!

La explicación es relativamente sencilla. Aunque nuestra intuición nos puede sugerir lo contrario, los ríos no siempre circulan encajados en un valle. Pensad, por ejemplo, en el tramo final del Ebro. Aguas abajo de Amposta, el Ebro circula encajado entre sus propios sedimentos, formando el Delta. En el cauce transporta y deposita arenas, y durante las crecidas desborda limos y arcillas. A lo largo del tiempo geológico, las arenas acaban transformándose en rocas de arenisca, duras y resistentes a la erosión. Estas rocas de arenisca quedan encajadas entre los limos y arcillas procedentes de sucesivos desbordamientos. Debido a los movimientos de la corteza terrestre, los sedimentos de las antiguas redes fluviales pueden pasar a quedar expuestos a la erosión. Los limos y arcillas, más blandos, serán fácilmente erosionados, mientras que las areniscas del antiguo cauce, más resistentes a la erosión, quedarán expuestas en el paisaje como una especie de molde en negativo, sobresaliendo del terreno de los alrededores, creando un hilo de carenas ondulante, conectado en forma de abanico. Ya tenemos un paleorío con un paleodelta invertido. En el caso de la cuenca del Ebro, en la zona de Caspe, se calcula que los antiguos ríos circularon y depositaron sedimentos durante un periodo de unos 6 millones de años, el cual finalizó hace unos 23 millones de años. (Aquí encontraréis un vídeo ilustrativo y comprensible para comprender cómo se forman estos relieves invertidos de los paleoríos, especialmente dirigido a personas interesadas, estudiantes y profesores de secundaria)

Del estudio de los paleoríos y su material, se pueden extraer muchas conclusiones. Según el régimen de lluvias y el clima, los ríos podían ir más o menos llenos de agua, con épocas intermitentes, algunas en que los ríos tenían mucho caudal y otras, de sequía, que podían durar decenas de miles de años. Midiendo la amplitud, profundidad de los paleoríos y las características del sedimento que los llenan, se puede calcular el flujo del agua y del sedimento mediante diferentes ecuaciones. También se puede calcular en qué periodo de tiempo se formaron y cómo evolucionaron durante millones de años. Este tipo de investigación también sirve para estudiar el transporte de sedimentos en los ríos actuales, los desiertos y las orillas costeras y, por eso, la portada de esta semana de la revista Nature está dedicada a un artículo científico de cómo se pueden mejorar las ecuaciones para calcular la mecánica del flujo de los sedimentos y su efecto de arrastre y fricción, teniendo en cuenta, además del tamaño, la forma de los materiales granulares. Así, pues, el estudio de las redes de paleoríos de nuestro planeta Tierra, como la que hay cerca de Caspe, nos da mucha información. Y ahora me preguntaréis, ¿y eso qué tiene que ver con Marte? Pues, como os podéis imaginar, los paleoríos terrestres nos permiten analizar e inferir gran cantidad de datos de los paleocanales de Marte, muchos de los cuales también son paleoríos invertidos, erosionados y visibles, en este caso, seguramente por la erosión eólica.

Os adjunto a continuación una imagen de satélite que nos permite comparar la red de paleoríos de la zona de Caspe, con la de los paleoríos de la región de Aeolis Dorsa en Marte. Y podéis ver con vuestros ojos la extremada similitud.

Relevo|Relieve carenas paleo-ríos
El relieve de las carenas de los paleoríos terrestres de la zona de Caspe (arriba a la izquierda) comparadas con el relieve de tres imágenes diferentes de las carenas de los paleoríos marcianos de Aeolis Dorsa (figura extraída de DiBiase et al. 2013. Journal of Geophysical Research: Planets, 118, 1285–1302).

Es por eso que los geólogos y otros científicos que estudian el planeta Marte, entre otros datos, estudian los paleoríos de la Tierra, para extraer conclusiones de cómo se formaron estos ríos y cómo debieron evolucionar en Marte, hasta llegar al estado actual. En este caso, son todavía mucho más antiguos, estamos hablando de hace uno 3800-3500 millones de años (pensad que es, aproximadamente, cuando en la Tierra aparecieron los primeros indicios de vida!). Los investigadores ahora esperan los datos que irá enviando el Perseverance sobre los paleoríos que hay en el cráter Jezero, para ir infiriendo nuevas conclusiones.

¡No me digáis que no es emocionante pensar que, antes de mirar arriba para estudiar el planeta rojo, tenemos que mirar primero al suelo y comprender bien nuestro planeta azul!