Hay que reconocer que la táctica política del PSC (a saber; intentar pacificar al país a través de desnacionalizar cualquier conflicto y absorber las máximas cuotas de poder a base de poner toneladas de sordina) parece funcionar a corto plazo. Así se podría concebir si uno tiene la santa paciencia de jalarse el primer barómetro municipal de Barcelona del 2025, un estudio que ha generado dos titulares en la prensa: el aprobado justito de Jaume Collboni (5,1), contrastando con el suspenso de sus inmediatos rivales, y la sensación general de que la gestión socialista en Barcelona funciona o incluso va muy bien (lo piensa un 49,2% de mis conciudadanos, 7,5 puntos al alza respecto al anterior barómetro, con solo un 31,2% que la califica de mala, una cifra que desciende casi 5 puntos). No hace falta ser un genio para ver cómo el plan de los socialistas consistiría en trasladar estas cifras existenciales a todo el país.
Siguiendo el ejemplo barcelonés del barómetro, el segundo éxito de la vía mortecina del president Salvador Illa se pone de manifiesto en el cambio en la valoración del problema más grave que los conciudadanos perciben en la ciudad: aspectos como la exclusión social (dicho sin tanta cursilería; la pobreza), el paro, la gestión política municipal o lo que los encuestadores definen como "problemas políticos" quedan relegados a porcentajes mínimos. Estos son sustituidos, en orden de importancia, por asuntos como el acceso a la vivienda, la inseguridad, el turismo y cuestiones asociadas a la inmigración. La cosa tiene gracia, porque la misma encuesta desata todas estas problemáticas de la política o la desigualdad entre los ciudadanos, cuando yo diría (de vez en cuando, me apetece ponerme marxista) que son el producto más palpable de los debates públicos, como muestra la reciente polémica del aeropuerto.
El PSC querría equiparar este aparente oasis de tranquilidad política a la bienaventuranza económica
Tiene cierta gracia, por cierto, que el estudio no haga referencia al principal —quién sabe si el único— grano en el culo que ha tenido que afrontar Jaume Collboni como alcalde; un asunto, el de la famosa ampliación de la tercera pista, que Salvador Illa ha querido negociar y patrimonializar políticamente, relegando a nuestro alcalde a ser un mero espectador de la trama, como si fuera un patito de la Ricarda. Sea como fuere, el PSC querría equiparar este aparente oasis de tranquilidad política a la bienaventuranza económica; y a fe de cristiano que lo consigue, puesto que hay un 63,3% de barceloneses que ven el estado actual de la ciudad a nivel económico como muy bueno (y yo que, pobre de mí, viajo a menudo a Santa Caterina pensando que el lenguado de la próxima comida será el último que pruebe sin hipotecarme). Confío en los encuestadores en cuanto al muestrario de vecinos del estudio, pero la percepción que tenemos en casa ve la realidad más miserable...
Pero bueno, parece que a Jaume Collboni le bastará con este ritmo de crucero pausado para continuar en la alcaldía tantos años como quiera. Su nivel de conocimiento ciudadano (86,4%) es infinitamente superior al de sus rivales, una gente que, a excepción de Dani Sirera, pasa del todo desapercibida. Estos datos del estudio sí son ciertamente justos, porque los barceloneses hacen muy bien de no conocer la existencia de una señora que se dedica todos los días de la semana a hacerle de lugarteniente a Junqueras o de un futuro candidato convergente que lleva encima una cara de perder elecciones que ni el pobre Josep Maria Cullell. ¿De verdad alguien piensa que se podrá volver a ganar Barcelona con esta nómina de tochos? Dicho de otra forma; ¿alguien puede sentir la mínima credibilidad por los partidos indepes cuando presentan a estos paquidermos para el segundo —o primer!— cargo institucional del país en importancia?
Uno dirá que para las próximas municipales del 2027 todavía queda un océano temporal. Pero las candidaturas a una alcaldía se preparan con mucha antelación (como están aprendiendo rápidamente en Aliança Catalana) y veinticuatro meses, en política, son como dos fines de semana. Repito la pregunta del título: ¿alguien quiere ganar a Collboni? Pues si seguís así, chicos del procesismo, tendremos socialistas durante lustros.