La Casa Blanca ha presentado este viernes la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, un documento que establece las directrices de la política exterior de la administración Trump y que, de manera explícita, tiene como eje central la “restauración de la predominancia” norteamericana en Occidente. El texto defiende con contundencia la reinterpretación contemporánea de la Doctrina Monroe que el propio presidente Donald Trump proclamó esta semana: “El pueblo norteamericano, y no los países extranjeros ni las instituciones globalistas, será quien controle su propio destino en nuestro hemisferio”. El documento deja claro que Washington impulsará una política exterior centrada en el ‘poder duro’ y la soberanía económica, con una apuesta decidida por reconfigurar su presencia militar en la región y reforzar la diplomacia comercial a través de el uso “estratégico” de aranceles y acuerdos bilaterales.
La Casa Blanca articula su nueva doctrina exterior con dos ejes clave: “Expandir y alistar”. “Alistaremos a nuestros aliados en el hemisferio para controlar la migración, detener el tráfico de drogas y fortalecer la estabilidad y la seguridad terrestre y marítima”, recoge el documento. Al mismo tiempo, pretenden “expandirse” fortaleciendo vínculos con nuevos socios regionales y proyectándose como “el socio económico y de seguridad predilecto” del continente. A pesar de que el foco principal es el hemisferio occidental, la nueva Estrategia de Seguridad Nacional también traza las líneas de actuación en otras áreas geopolíticas. En el Indo-Pacífico, se marca el objetivo de “reequilibrar” las relaciones económicas con China; en Oriente Medio, apuesta por consolidar la estabilización del escenario de seguridad; y en África, la prioridad pasa por abandonar un enfoque basado en la asistencia para potenciar el comercio y la inversión económica.
En cuanto a Europa, la nueva doctrina exterior norteamericana critica duramente la posición de algunos líderes europeos ante la guerra de Ucrania, a los que acusa de tener “expectativas poco realistas” sobre la evolución del conflicto. Washington defiende como prioridad estratégica el restablecimiento de las relaciones con Rusia, y señala que el actual distanciamiento entre Moscú y las capitales europeas es, según su visión, una consecuencia directa de la “falta de autoestima” que afecta a la “civilización europea”. “Queremos que Europa siga siendo europea”, señala el documento, que insta a abandonar “el enfoque fallido” basado en el “asfixia de las regulaciones”. En este contexto, la administración Trump considera que el crecimiento de los “partidos patrióticos” —en referencia a la extrema derecha— es un motivo de “optimismo”. Ahora bien, a pesar de la secundarización de Europa en la nueva hoja de ruta estratégica, la Casa Blanca admite que la ruptura de la alianza transatlántica no está sobre la mesa: “No podemos permitirnos descartar Europa”.
“Reajuste” militar en Occidente
Estados Unidos plantea, además, un “reajuste” militar con especial incidencia en el hemisferio occidental, orientado a “abordar las amenazas urgentes” que suponen, según la Casa Blanca, el tráfico de drogas y la migración “ilegal o no deseada”. El documento aboga por intensificar los despliegues específicos en la frontera sur y no descarta, cuando sea necesario, “el uso de fuerza letal” como medida para sustituir las estrategias fallidas basadas solo en la aplicación de la ley. En este contexto, Washington asume que revertir la influencia de otras potencias en Latinoamérica es una tarea difícil, pero identifica una rendija: gobiernos que no responden a una alianza ideológica, sino a intereses económicos. Con estos actores, Estados Unidos cree que pueden ofrecer alternativas comerciales “más atractivas” que las que plantean países como China o Rusia, reforzando así su liderazgo geoestratégico en el continente.
