La estrategia del presidente Donald Trump para forzar un cambio de régimen en Venezuela se está convirtiendo en un lío político, legal y estratégico tanto dentro como fuera de los Estados Unidos. El lunes por la noche, el presidente reunió a sus principales responsables de seguridad nacional y asesores en el Despacho Oval con el objetivo de definir los próximos pasos de un pulso que, tras meses de presión, parece escaparse de su control.
En Caracas, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, apareció desafiante ante una multitud en un mitin multitudinario al estilo de los que hace Trump. El acto desmintió rumores que apuntaban a que podría aceptar una salida pactada del país. “No queremos la paz de los esclavos ni la paz de las colonias”, proclamó.
Mientras tanto, en Washington, la campaña de presión sobre Venezuela pierde apoyo interno. El escándalo provocado por el presunto segundo ataque contra un barco supuestamente vinculado al narcotráfico ha debilitado las bases políticas de la operación. El bombardeo ha encendido las alarmas en el Congreso, donde demócratas y algunos republicanos temen posibles vulneraciones del derecho internacional. La Administración también afronta un escrutinio creciente sobre el papel del secretario de Defensa, Pete Hegseth, una figura ya polémica por su experiencia limitada y su estilo confrontativo.
Escalada de tensión con Caracas
La escalada de tensión con Caracas se produce después de más de cuatro meses de presión política, económica y militar, simbolizada por la presencia en la zona del portaaviones USS Gerald R. Ford y de una armada desplegada en las aguas venezolanas. Pero esta demostración de fuerza no ha conseguido desestabilizar a Maduro ni provocar divisiones en su entorno inmediato. Trump, que ha advertido de posibles ataques inminentes contra objetivos vinculados al narcotráfico, se encuentra ahora en una posición delicada: sus amenazas podrían perder credibilidad si no van acompañadas de acción militar, un escenario con riesgos considerables.
Según fuentes opositoras venezolanas, Estados Unidos habría ofrecido opciones de exilio a Maduro; pero el presidente venezolano ha resistido, alargando negociaciones y crisis sucesivas para desgastar la presión estadounidense. En Washington crece la pregunta sobre si la Casa Blanca ha subestimado la resiliencia del círculo de poder chavista, un error que otras administraciones estadounidenses han repetido ante regímenes autoritarios.
Una intervención militar a gran escala sigue pareciendo improbable, pero la Administración valora opciones que podrían alterar la correlación de fuerzas sin comprometer un despliegue masivo. Aun así, un ataque selectivo podría reforzar a Maduro internamente y activar un sentimiento nacionalista que dificultaría aún más la presión externa.
La gestión del caso del barco atacado ha añadido tensión a la Casa Blanca. Informes que apuntan a un posible “doble ataque” han generado críticas sobre la legalidad de la operación. Aunque Hegseth ha negado haber ordenado “matar a todo el mundo”, la Casa Blanca ha admitido que hubo un segundo ataque, defendiendo que el mando responsable actuaba dentro de su autoridad. En el Congreso, diversos legisladores exigen explicaciones públicas, y algunos advierten que los hechos podrían constituir un acto ilegal.
Con una crisis creciente en Washington y un Maduro reforzado en Caracas, Trump se ve cada vez más atrapado en un escenario que él mismo ha contribuido a crear. Ninguna de las opciones sobre la mesa está exenta de costes, y cualquier paso en falso podría derivar en un conflicto regional o en un desastre político doméstico.