Tras unos días frenéticos marcados por filtraciones, contraplanos y mensajes contradictorios, la pregunta que planea sobre las capitales occidentales y sobre Kyiv es inevitable: ¿estamos realmente más cerca de la paz en Ucrania? Aunque el presidente de EE. UU., Donald Trump, asegura que sí –“estamos muy cerca de un acuerdo”, dijo el martes ante los periodistas–, la realidad diplomática continúa siendo compleja y dinámica, con múltiples actores intentando influir en el resultado final.
El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, visiblemente tenso estas últimas semanas, también reconoció un cierto cambio de escenario. Tras analizar los resultados de las conversaciones clave del domingo en Ginebra, habló de “importantes resultados” y de “muchas perspectivas” que podrían hacer que “el camino hacia la paz sea real”. Aun así, advirtió que todavía queda mucho trabajo pendiente.
La reacción fría y calculada de Putin
La reacción de Rusia, en cambio, ha sido más fría y calculada. Yuri Ushakov, asesor del Kremlin, admitió que el nuevo borrador contiene elementos positivos, pero que “muchos requieren discusiones especiales entre expertos”. Dmitri Peskov, portavoz de Vladímir Putin, ha rebajado aún más las expectativas afirmando que “es prematuro” hablar de un acuerdo inminente. Este distanciamiento revela un contraste notable con el optimismo moderado expresado por Washington y Kyiv.
Los obstáculos continúan siendo inmensos: desde las disputas territoriales hasta el ingreso potencial de Ucrania en la OTAN, pasando por la responsabilidad penal por crímenes de guerra y, sobre todo, el dilema sobre quién pagará la reconstrucción del país. Ninguno de estos puntos parece cercano a una resolución fácil.
La filtración del plan de Trump
Uno de los episodios más turbulentos de la última semana fue la filtración de un plan estadounidense de 28 puntos para poner fin al conflicto. El documento, percibido en Ucrania como demasiado permisivo con las demandas rusas –particularmente en lo que respecta a concesiones territoriales y límites militares–, generó consternación entre diplomáticos europeos, que corrieron a elaborar una contrapropuesta menos lesiva para los intereses ucranianos. Esta versión revisada, también de 28 puntos, matizó drásticamente el lenguaje territorial y reforzó el capítulo de garantías de seguridad, un aspecto central para Kyiv.
El resultado de las conversaciones de Ginebra fue un documento reducido a 19 puntos que deja las cuestiones más espinosas –territorio y relación futura con la OTAN– en manos de Trump y Zelenski. Ucrania vio esta modificación como un alivio parcial y una prueba de que había logrado corregir algunas de las líneas más problemáticas del plan inicial. Aun así, el contenido exacto del nuevo texto es un misterio, rodeado de un hermetismo que solo ha alimentado especulaciones.
Las reuniones en Abu Dabi
Mientras tanto, la diplomacia no se detiene. Ha habido reuniones en Abu Dabi entre representantes militares ucranianos, funcionarios rusos y miembros del equipo de Trump, y se espera que el enviado presidencial Steve Witkoff viaje a Moscú la próxima semana. También se habla de una posible nueva visita de Zelenski a la Casa Blanca, una pieza crucial en este puzle diplomático acelerado.
La cuestión de las garantías de seguridad sigue siendo el gran interrogante. Europa insiste en un modelo que “refleje el Artículo 5” de la OTAN, mientras informes apuntan que EE.UU. ha planteado un esquema similar pero adaptado al contexto actual. Aun así, nada está cerrado. Incluso la idea de una “fuerza de tranquilización” multinacional –que el primer ministro británico, Keir Starmer, ha asegurado que ya tiene planes operativos– queda en suspenso hasta que Washington decida qué nivel de apoyo está dispuesto a comprometer.
El territorio es otro punto oscuro. El plan filtrado pedía reconocer Crimea, Luhansk y Donetsk como “de facto rusas”, pero la propuesta europea eliminó este lenguaje y apostó por negociar desde las líneas actuales del frente. ¿Qué modelo ha sobrevivido a las conversaciones de Ginebra? De momento, no se sabe. Con un Trump imprevisible, un Putin que no renuncia a sus ambiciones y un Zelenski que afronta crisis internas, la sensación dominante es que, a pesar del ritmo frenético, la meta aún está lejos.
