Las ciudades crecen y, cuando eso pasa, la cocina característica de aquella región se difumina lentamente ante la ineptitud de los que nos gobiernan. Como santcugatense, nacido y criado, tenemos el privilegio de vivir en un municipio fantástico, sobre todo muy bien situado geográficamente. Este rasgo, sin embargo, podría resultar perjudicial en la medida en que año tras año la ciudad del Vallès Occidental va creciendo en número de habitantes, a causa de su proximidad inmediata con Barcelona. Ante eso, afloran cadenas de comida rápida y grupos de restauración que les importa muy poco la identidad de aquella villa.

Bodega Tomàs: 10 años deslumbrando a la parroquia de Sant Cugat

Y en Sant Cugat del Vallès tenemos una identidad de pueblo. Aquella esencia y atmósfera entre la que se criaron las generaciones de mis abuelos, pero también la de mis padres. Y a través de la gastronomía lo quiero recordar y reivindicar. Porque, tal y como he dicho en anteriores escritos, la cocina nos dice quiénes somos y qué somos. Por esta razón quiero reivindicar en estas líneas la Bodega Tomàs, un referente de Sant Cugat que está de celebración por sus 10 años.

Bodega Tomàs / Foto: Marcos Osorio
Los callos, plato estrella de la bodega / Foto: Marcos Osorio

Esta pequeña casa de comidas, con Eduard Tomàs al frente, refleja perfectamente lo que quiero transmitir. Tradicional con pinceladas de modernidad. Son los platos de toda la vida, el que conforman el abecé de cualquier casa de comidas, pero adaptados a los nuevos tiempos. Mantener a la clientela de siempre, aquellos santcugatenses nuestros y criados a lo largo de los años que han visto cómo perdían aquella cocina que había inundado las calles del pueblo en torno al Monasterio; pero, al mismo tiempo, abrazando también al nuevo público que ha apostado por Sant Cugat.

“Durante esta década hemos puesto en valor la cocina tradicional que inició mi padre, adaptándola en los paladares actuales sin perder la esencia de la receta original”, me explica Eduard. Así pues, encontramos una espectacular tortilla de patatas y cebolla trufada hecha al momento con virutas de jamón de bellota o las alcachofas fritas con romesco.

Bodega Tomàs / Foto: Jordi Tubella
Texturas de tomate con ventresca de atún y una base de salmorejo / Foto: Jordi Tubella

Cocina catalana tradicional que se complementa acertadamente con propuestas más rupturistas y fusiones como los takoyakis rellenos de butifarra de perol y calamares con mayonesa de mostaza en la antigua o los yakitoris de pollo marinado y cebolla tierna en el teriyaki. Son dos mundos que no tienen que estar en permanente conflicto y en dimensiones opuestas, sino que pueden convivir con armonía y enamorando los paladares más clásicos con la serenidad de quien ama los fogones, como es el caso de Edu.

Bodega Tomàs / Foto: Jordi Tubella
Qué meloso de ternera tan delicioso / Foto: Jordi Tubella

Después de hojear la carta de vinos y optar por un Clot dels Oms Chardonnay del Penedès, arrancamos el aniversario de una década gloriosa con las croquetas de foie y manzana caramelizada. El brioche de tartar de gamba roja con mayonesa de lima y cilantro es magnífico para contrarrestar las croquetas y avanzar en los entrantes. Tapas sencillas, de toda la vida, que no descubren nada si son las típicas, pero que cuando están tan bien trabajadas como la Bodega Tomàs deleitan a cualquier estómago.

Bodega Tomàs / Foto: Marcos Osorio
Bocadillo de entrecot, sí señor / Foto: Marcos Osorio

Las texturas de tomate con ventresca de atún y una base de salmorejo es el preludio en un plato refrescante con un color chillón y un mar de texturas y sabores impresionantes. Hablo del tiradito de corvina con mayonesa de kimchi y sobre gazpacho de fresas y remolacha. Una dupla suave que hace repicar los tambores antes de arrancar con una tripleta carnívora sensacional para los amantes de los buenos desayunos de tenedor del país.

Bodega Tomàs / Foto: Jordi Tubella
Croquetas de foie y manzana caramelizada / Foto: Jordi Tubella

Concretamente, hablo del mini bocadillo de entrecot con alioli y cebolla caramelizada; de la cazoleta de callos con capipota al estilo del abuelo Miquel y del meloso de ternera estofado a baja temperatura con trompetas de la muerte. Sin espacio para los postres y con la bandera blanca de la rendición del placer y el deslumbramiento culinario, saludo a Eduard, siempre atento en la cocina y en la sala, y le agradezco que haya apostado por la ciudad de Sant Cugat y que para muchos más años lo siga haciendo. ¡Viva la cocina catalana!